María Yuste
Editor SeniorHay ocasiones en los que los mejores destinos para perderse son los más desconocidos. Cómpeta es uno de ellos. Surge de pronto, recostada en la ladera de la Sierra Almijara, mirando al Mediterráneo y teñida de blanco. Llegar allí ya es parte del encanto: a solo 50 kilómetros de Málaga, el camino serpentea entre colinas, viñedos y almendros, hasta que, de repente, el paisaje se abre y aparece este precioso pueblo blanco de la Axarquía.
Cruce de caminos
Conocida como la “Cornisa de la Costa del Sol”, Cómpeta combina lo mejor de los dos mundos: el aire serrano y la luz del mar. Su nombre, que proviene del latín Compita-Orum (“cruce de caminos”), no podría ser más acertado. Desde tiempos romanos, fue lugar de paso y de encuentro, y todavía hoy lo sigue siendo: aquí conviven vecinos de casi 40 nacionalidades distintas, atraídos por su calma, su paisaje y ritmo pausado de vida que tanto escasea actualmente.
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Como suele suceder con este tipo de pueblos, la mejor forma de conocer Cómpeta es dejarse llevar y dejar que sean sus calles empedradas, sus casas encaladas con macetas en flor y su arquitectura morisca la que cuenten su historia de siglos de mezcla cultural. En el corazón del pueblo, la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, conocida como la “Catedral de la Axarquía”, impone con su torre neomudéjar y los frescos del artista Francisco Hernández.
Muy cerca, el Paseo de las Tradiciones rinde homenaje a la vida local a través de murales cerámicos que narran vendimias, oficios antiguos y celebraciones populares, con las sierras de fondo como telón natural. Desde ahí, la Plaza Almijara se convierte en el mejor lugar para detenerse, pedir una copa de moscatel y observar la vida pasar. Porque si algo define a Cómpeta, además de su belleza, es la hospitalidad de sus vecinos. Aquí todo el mundo te saluda, te recomienda dónde comer y te trata como si te conociera desde siempre.
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De buen comer y, sobre todo, de buen beber
Cómpeta es también sinónimo de buen vino. Su moscatel, en versión seco o semidulce, es famoso en toda la comarca y protagonista absoluto de la Noche del Vino, la gran fiesta local que tiene lugar el 15 de agosto y que está declarada de Interés Turístico Nacional de Andalucía. Aunque, si vas en otoño, lo disfrutarás con más calma y sin aglomeraciones, entre lagares y bodegas que invitan a probar el vino directamente del barril.
La gastronomía local, por su lado, es sencilla y reconfortante. Algounos de sus principales platos son las migas, el potaje de hinojos, el lomo al ajillo, el choto o asadura a lo pastoril. Todo elaborado con productos de la tierra.
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Entre montañas, viñas y miradores
Cómpeta se asoma al Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, lo que convierte a este lugar en un paraíso para senderistas, ciclistas y amantes de las actividades al aire libre. Desde el mirador que hay en la entrada del pueblo se obtiene una de las vistas más espectaculares de la comarca, con la silueta de la Maroma, el pico más alto de Málaga, al fondo.
Nueve rutas distintas permiten explorar este entorno donde habitan cabras montesas, águilas reales y una vegetación que se tiñe de dorado con la llegada del otoño. Y si lo que buscas es desconexión total, los alojamientos rurales (diseminados entre el campo y el casco antiguo) ofrecen esa mezcla perfecta de comodidad y silencio que solo se encuentra en los pueblos pequeños.
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Eso sí, has de saber que Cómpeta tiene algo magnético. Quizá sea su luz, su historia o el rumor del vino al caer al vaso. Tal vez su espíritu de “cruce de caminos”, pero quien llega quiere quedarse o, por lo menos, volver. Es normal porque este pueblo blanco de la Axarquía tiene todos los ingredientes para una escapada otoñal perfecta: paisaje, sabor, cultura y calma.
Foto de portada | Flickr
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