Un empleado “tóxico” es aquel que tiene un comportamiento perjudicial para una organización, incluida su propiedad o su personal. Una persona que, con su comportamiento y acciones, puede generar un mal ambiente laboral, aumentar los conflictos y afectar al resto de compañeros. Según un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard este tipo de perfiles suele ser más productivo que la mayoría, pero aunque suelen trabajar más rápido que otros, lo hacen sin trabajar en equipo y solo en hablando en términos de cantidad de tareas, no en calidad.
La paradoja del trabajador tóxico: más productivo pero con un coste mayor. Aunque los resultados personales sean buenos y eso haga que algunos jefes los consideren buenos empleados, a la larga hay un factor fundamental que les hace más costosos, y es que perjudican el trabajo del resto del equipo, llegando incluso a ser culpables de la fuga de talento. Harvard afirma que el exceso de confianza que suelen mostrar los trabajadores tóxicos les impide trabajar en equipo, lo que sumado a su mala actitud empeora el ambiente y cuesta dinero. El estimado por Harvard sería de 12.800 dólares extra al año por empleado tóxico.
Los datos sugieren que los empleados tóxicos impulsan a otros empleados a irse, lo que genera enormes costes de rotación y capacitación, y disminuye la productividad de todos los que los rodean. Esa rotación no sale gratis. Este análisis de SHRM valoró el coste de un aumento de la rotación de plantilla en ambientes laborales tóxicos: unos 223.000 millones de dólares en cinco años para las empresas estadounidenses.

Malo para la empresa y contagioso para el equipo. Según Harvard los trabajadores tóxicos pueden "causar importantes costes organizativos, como la pérdida de clientes, el deterioro de la moral de los empleados y la pérdida de legitimidad entre importantes partes interesadas externas". El Dr. Housman, coautor del estudio, afirmaba además que ese comportamiento parece contagioso. “Hemos descubierto que cuando una persona tóxica se une a un equipo, es más probable que los demás se comporten de forma tóxica”.
A pesar de todo esto, la productividad individual y el hecho de que este tipo de perfiles suelan coincidir con aquellos que “parece” que trabajan más que nadie en el llamado teatro de la productividad, genera la ilusión de que son el trabajador ideal. Un trabajador que llega el primero y se va el último, que parece saber de todo (aunque en realidad no sea experto en nada), que alimenta esa cultura tóxica del trabajo que termina provocando burnout. A ciertos perfiles de jefes les encanta ese perfil, a pesar de que termine por afectar al conjunto de su equipo.
A lo largo de los 20 años que llevo en el mundo laboral, he trabajado con muchas personas y algunos equipos. Desde mi experiencia sé que hay perfiles que parecen muy eficientes pero resultan letales si quieres conseguir un ambiente laboral óptimo. De aquí surge la pregunta, si tuvieras que elegir ¿qué preferirías, una mayor productividad unida a toxicidad, o una menor productividad con un ambiente laboral más agradable? Yo lo tengo claro y Harvard lo corrobora.
Fotos | The Office
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