Hace medio siglo, con 21 años estabas fuera de casa de tus padres, tenías un trabajo y hasta puede que estuvieras formando una familia. Mi sobrina, con esa misma edad, solo ha tenido un trabajo temporal de dos semanas, está estudiando y lo de independizarse de casa le parece una utopía. La generación z está posponiendo hitos importantes en la vida y eso les lleva a ser tildados de vagos. Pero la realidad es que los 30 no son los nuevos 20 por un capricho de los jóvenes, sino por un contexto que les persigue y ahoga, llevándoles a vivir mucho más despacio de lo que lo hacían las generaciones anteriores.
Una generación que va con retraso. Según el último informe del Consejo de la Juventud de España (CJE), la edad media de emancipación de los jóvenes españoles es de 30,4 años, la cifra más alta desde hace 20 años y una de las más altas de Europa. Nuestros padres a esa misma edad no solo se habían comprado su primera vivienda, también tenían hijos y un trabajo estable. Ahora los jóvenes entran más tarde en el mercado laboral, siendo su alta en la seguridad social a los 22 años según datos del INE, y todos conocemos algún boomer que empezó a trabajar cuando aún no tenía ni 15 años.
Edad media de emancipación en jóvenes de Europa (Vía Landgeist)
La maternidad también se ha retrasado y la edad media no ha parado de crecer a lo largo de las últimas décadas. En 1976 se situaba en 28,51 y ahora ya es de 33,15 años, Este retraso es algo que se ve hasta en la edad a la los zetas consiguen el carnet de conducir, entre los 20 y 23 años frente a los 18 de hace un cuarto de siglo. Mucho más tarde que millennials o geneneración x.
Por qué se retrasa la vida adulta no es inmadurez. El retraso en los hitos vitales de la generación z responde a más de un factor. Desde la precariedad laboral y el alto coste de la vivienda, que hacen casi imposible que exista siquiera la posibilidad de emanciparse pronto, hasta la prolongación de estudios alargan la etapa formativa. Según datos de la OCDE, la edad promedio de finalización de la formación es de 24 años, por lo que no es de extrañar que la generación z empiece a trabajar más tarde.
También existe una sobreprotección de los zetas para algunos expertos y a nivel psicológico, pesa mucho la incertidumbre ante un futuro percibido como inestable, lo que les impulsa a retrasar esas decisiones para “explorar”. No es un simple rechazo a la adultez, sino una adaptación al contexto que les rodea. La generación z no siente la necesidad de correr para ser adulta y eso les convierte en la generación del "tomarlo con calma".
La nueva adultez, ¿debilidad o adaptación? Para muchos jóvenes de la generación z la edad adulta empieza a los 27 años porque muchos piensan que la independencia financiera y la seguridad laboral son características de la edad adulta y como hemos visto, para ellos ni hay independencia ni seguridad económicamente hablando. Esta percepción contrasta con la de décadas pasadas en las que con 20 años lo habitual era formar una familia e independizarse, porque tenían un trabajo estable y dinero suficiente para hacerlo.
El fenómeno nos recuerda al nacimiento de la adolescencia a principios del siglo XX, en el que la sociedad creó una etapa intermedia entre la niñez y la adultez, prolongando artificialmente la juventud. Hoy parece que emerge una extensión más de esta etapa que se situaría entre esa adolescencia y la edad adulta. Biológicamente son adultos, pero las decisiones vitales importantes de esa edad se posponen, creando una nueva definición e “ser adulto”. Esta resistencia a crecer, ¿es una debilidad o una adaptación lógica?
Las consecuencias buenas y malas de retrasar la vida adulta. Esa idea de que “los 30 son los nuevos 20” tiene efectos sociológicos tanto positivos como negativos. Es cierto que la generación z emplea más tiempo en formarse y explorar distintas opciones personales y profesionales antes de asumir compromisos definitivos, lo que podría llevarnos a pensar que las decisiones son más meditadas y el desarrollo personal, más amplio. Pero hay efectos negativos por la asincronía con las expectativas sociales, provocando una mayor ansiedad y frustración.
A esto se le suma el continuo choque intergeneracional con padres o abuelos que no comprenden que su ritmo vital sea diferente. Los nacidos entre el 81 y el 93 solo tendremos una vida mejor que nuestros padres en aspectos sociales como el ocio, la cultura, el acceso a la información, la libertad o la igualdad de género, pero se sigue juzgando a los zeta como vagos por no cumplir las expectativas o no llevar la vida que antes se podía llevar a su edad. Está claro que el cambio entre la juventud de hace 50 años y la de ahora es más evidente que nunca, pero puede que solo sea fruto de la vida que a la generación z le ha tocado vivir.
¿Qué es ser "adulto" en realidad? Si antes considerábamos que lo era mudarte, casarte y tener hijos, la realidad económica pero también social ha hecho que esos hitos no se conviertan en un camino ineludible. El sabor de la primera adultez para las nuevas generaciones es, básicamente, poder pagarse una habitación de alquiler. Lo demás se siente, para muchos de ellos, inalcanzable.
Fotos | Karina Karina en Unsplash, Fallon Michael en Unsplash
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