Marilyn Monroe decía que “la felicidad está dentro de uno mismo y no al lado de alguien”. Hay quien tiene claro dónde está la felicidad, como el profesor de Harvard Arthur Brooks que asegura que nuestra felicidad depende de tres factores, incluido un factor genético y un importante peso social que no está en nuestra mano. Para otros, no está en la salud, en el dinero ni en el amor. Para mí, está en las pequeñas cosas imperfectas de la vida, y te cuento por qué.
Pero existe un concepto japonés que deja el poder de la felicidad en nuestras manos. Se llama “wabi-sabi” y nos invita a ser más felices tirando de sencillez y a mí, me cambió la forma de ver el mundo.
Qué es el “wabi-sabi” japonés y cómo puede hacernos más felices
El concepto wabi-sabi es una parte fundamental de Japón, concretamente de aquellas normas del buen gusto y la belleza. Aunque a nivel conceptual el término wabi-sabi es intraducible, e incluso algunos lo consideran indefinible en la cultura japonesa, Wabi-sabi se originó en el taoísmo de la dinastía Song en China (960 -1279) pasando luego a ser un concepto usado en el budismo zen.
En el libro de Tomás Navarro, Wabi sabi, Aprender a aceptar la imperfección, el autor explica que este término procede de la estética y filosofía zen japonesa y consiste en apreciar la belleza de la imperfección, aceptar el valor de lo impermanente y cultivar la simplicidad. Y aunque a priori pueda parecer una filosofía más, lo cierto es que usarlo en nuestro día a día es una manera de cambiar la perspectiva e incluso de nuestra forma de pensar.
Por ejemplo, ¿seríamos más felices en la vida si asumiéramos y supiéramos que la perfección del cuerpo no existe? O si viéramos el éxito como una quimera. O incluso la felicidad como algo que no se puede perseguir.
Aunque al principio se entendió solo como una forma de apreciación austera, lo cierto es que a día de hoy es en realidad una píldora de calma que hace referencia a la aceptar lo transitorio, la naturaleza y hasta la melancolía como algo bello. Entiende que cualquier cosa imperfecta es también bonita. Si lo tradujéramos, podríamos decir que wabi es "la elegante belleza de la humilde simplicidad", y sabi "el paso del tiempo y el deterioro que provoca". Así, el wabi-sabi a grandes rasgos, te invita a vivir más relajada sin preocuparte por que algo sea perfecto sino encontrando la belleza simplemente en que sea.
Eso no significa que nos convirtamos en pasotas e ignoremos nuestros problemas, sino que les demos la importancia y peso justos para buscarles solución, aceptando que es parte de la vida. Un poco como diría y haría una persona resiliente.
Cómo aplicar el Wabi-sabi en nuestro día a día
La palabra perfecta vienen del latín perfectus, y en muchas ocasiones parece que colocamos la perfección en el culmen de la pirámide. Queremos ser perfectas, tener una vida perfecta, una pareja perfecta, un trabajo perfecto y una familia perfecta, y nos olvidamos que en esa búsqueda no existe absolutamente nada de realidad porque amiga, la perfección es una utopía que nos creído a pies juntillas. Priorizamos lo impecable, el ideal de perfección, y perseguimos así estándares inalcanzables y erróneos porque nada es perfecto.
El wabi-sabi entró en mi vida cuando comencé a hacer cerámica. Tengo tendencia a buscar esa perfección en mi vida, en todo lo que hago. Eso me provoca por ejemplo que sufra dismorfia de productividad, y hacía que cuando empecé a modelar con arcilla en mis manos, la frustración me arruinara la diversión. Hasta que empecé a leer sobre el wabi-sabi y entendí que lo más importante es la historia que después contará esa pieza de cerámica, y no lo rectas o no que estén sus líneas.
Wabi-sabi no oculta las imperfecciones sino que las expone y las hace parte de la creación. Es hacer un cuenco de arcilla con las manos sin importar que los bordes sean irregulares. Es colorear un mandala y salirnos un poco. Es desafinar cantando pero que eso no nos impida cantar más alto. Es ver una cana en nuestro pelo y aceptar que es el coste del tiempo. Es entender que la belleza es imperfección.
La autora Elin Cullhed decía en una entrevista que “los seres humanos somos imperfectos, ser perfecto equivale a estar muerto”. Mientras buscamos esa perfección nos estamos perdiendo la alegría de crecer y vivir dejando de ver la belleza pasajera que se puede encontrar en las cosas más sencillas.
Un atardecer. El canto de un pájaro. El olor de tu madre al abrazarte. Un escalofrío en un festival de música. Todas las cosas que hoy, ahora y en este momento están, pero que desaparecerán. Pequeñas píldoras de felicidad cuya belleza radica precisamente en lo efímero de ese momento.
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