El mundo del cine se viste de luto al verse apagar una de sus más grandes estrellas: Robert Redford ha fallecido a los 89 años, dejando un hueco enorme en el cine independiente, la ecología y, por supuesto, en el corazón de los cinéfilos.
Desde sus inicios, Redford fue algo más que un actor con cara bonita y carisma natural. Sí, protagonizó películas memorables como 'Butch Cassidy y el Sundance Kid' y 'Todos los hombres del Presidente', pero también tenía claro que quería hacer algo distinto: que el cine no fuese siempre lo mismo con grandes estudios pisando fuerte, sino dar cabida a voces nuevas, ideas raras, y arriesgadas.
Con esa visión, en los años setenta fundó el Sundance Institute y, más tarde, el Festival de Cine de Sundance en Park City, Utah. Su objetivo era simple (y ambicioso): ofrecer un espacio para cineastas independientes que no encajaban con el cine comercial, que quisieran contar historias distintas, sin depender de los grandes estudios. Con el tiempo, Sundance se convirtió en una de las plataformas más influyentes del cine "indie" en el mundo.
Lo que empezó como un pequeño evento local acabó convirtiéndose en el gran escaparate del cine indie. En Sundance se dieron a conocer películas que hoy son de culto, desde 'Sex, Lies, and Videotape' de Steven Soderbergh hasta 'Reservoir Dogs' de Quentin Tarantino.
Redford no solo puso el nombre y la cara, sino que fue el alma de todo el proyecto: defendía a capa y espada que había que apostar por la diversidad de voces, que el cine debía ser un espacio abierto para nuevas narrativas y no solo una máquina de hacer dinero.
Redford no solo vivió para actuar: también dirigió, produjo, y defendió causas sociales o medioambientales como campañas de concientización sobre trasplantes, para la preservación de caballos salvajes en Estados Unidos, así como su fuerte vínculo con asociaciones como Greenpeace, la Fundación Jackie Robinson y la Fundación Princesa Grase, convirtiéndose en un firme defensor de la naturaleza, de la libertad creativa, de que el cine sea algo más que espectáculo.
Robert Redford no era solo una cara bonita con melena rubia al viento, aunque eso ayudaba: fue un actor que se quedó grabado en la memoria colectiva gracias a papeles que definieron una época. Fue el forajido carismático en 'Dos hombres y un destino', el estafador con sonrisa pícara en 'El golpe' y hasta el seductor refinado en 'El gran Gatsby'.
Redford tenía ese don de encarnar tipos aparentemente intocables pero con un fondo humano que los hacía irresistibles, el típico héroe de los setenta que podías admirar y al mismo tiempo envidiar, porque parecía que lo tenía todo: talento, encanto y una filmografía de las que quedan pocas.
Foto de IMDB | Wikimedia
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