La masculinidad atraviesa una nueva crisis: la inestabilidad económica. En un contexto donde la figura del "proveedor" sigue siendo central en la identidad masculina, la creciente precariedad laboral y la incertidumbre financiera están minando el sentido de propósito y autoestima de muchos hombres. Esta amenaza no solo impacta su bienestar emocional, sino que reconfigura las normas sociales y políticas que rigen lo que significa ser un hombre hoy.
El informe State of American Men 2025 de Equimundo revela que el 86 % de los hombres (y el 77 % de las mujeres) definen la masculinidad en función de la capacidad de proveer económicamente. Esta presión se refleja de forma alarmante en la salud mental: aquellos en situación económica inestable tienen 16 veces más probabilidades de reportar ideas suicidas.
La crisis económica refuerza además el confinamiento dentro de la "Man Box" o la 'Maonsfera': un conjunto de normas rígidas de masculinidad que exigen autoridad, silencio emocional y auto-suficiencia. El informe revela que los hombres más apegados a estas normas tienen 6.3 veces más riesgo de ideación suicida. Así, el colapso económico no solo afecta la cuenta bancaria, sino que reafirma conductas perjudiciales y limitantes.
El aislamiento es otra consecuencia significativa. Más de la mitad de los encuestados señala que "nadie realmente me conoce", una soledad que duplica el riesgo de pensamientos suicidas. Estudios confirman que esta desconexión social deteriora la salud mental de forma persistente, especialmente cuando las vías tradicionales de apoyo emocional se ven bloqueadas por los roles de género.
Las repercusiones políticas también son preocupantes: la desesperación económica impulsa a algunos hombres a abrazar ideologías autoritarias y antidemocráticas, ya que la inseguridad financiera y la adhesión a narrativas en línea radicales fomentan desafíos al sistema democrático.

Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. En el Reino Unido, según Richard Reeves del Centro de Investigación sobre Hombres y Niños, la crisis de masculinidades se expresa en desempleo masivo, baja participación laboral y disminución de la esperanza de vida masculina.
Sin embargo, no todo es pesimismo. Algunos expertos apuestan por redefinir la masculinidad de forma más saludable: programas de mentoría, iniciativas de cuidado emocional, así como espacios seguros para compartir vulnerabilidad, como los coaching masculinos, muestran resultados prometedores frente a las comunidades en línea tóxicas.
La pobreza real no es solo económica: es cultural y identitaria. El reto actual consiste en construir nuevas narrativas de masculinidad que trasciendan el rol de proveedor, integren el cuidado emocional y promuevan políticas de empleo inclusivas, redes de salud mental específicas para hombres y masculinidades alternativas para ofrecer rutas de salida a esta crisis sistémica con tintes de misoginia.
Foto de Nik Shuliahin en Unsplash
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