En los últimos años hemos escuchado hablar mucho del burnout, ese agotamiento extremo que te deja sin energía ni motivación para seguir rindiendo en el trabajo. Sin embargo, antes de llegar a ese punto de colapso, hay otra fase menos conocida pero igual de peligrosa que está ganando terreno: el rust-out.
El término viene de la metáfora de "oxidarse": algo que debería estar activo, funcional, pero que va perdiendo brillo por falta de uso. En el contexto laboral, el rust-out describe un estado de subestimación crónica: cuando tus tareas no te exigen, tus habilidades no se aprovechan, los retos brillan por su ausencia y todo vira hacia la rutina fría y hueca en el entorno laboral.
Aunque parezca algo "menos grave" que estar al límite, sus efectos no deben subestimarse: desmotivación persistente, apatía creciente, procrastinación, dificultad para concentrarse, irritabilidad leve, incluso síntomas físicos como alteraciones del sueño son señales de alerta que nos confirman que el fantasma previo al bournout nos asecha.
La realidad es que el rust-out puede camuflarse como desinterés leve, pereza pasajera o simple desgana. Pero hay indicadores que conviene tener en cuenta: sobre todo si sientes que el trabajo ya no te motiva ni te aporta nada, si te ves haciendo tareas predictibles sin margen para innovar o si te cuesta concentrarte o recordar en qué estabas.
Las razones del desgaste silencioso
El fenómeno del burnout aparece cuando en tu trabajo sientes que hacen falta retos reales: cuando no hay espacio para aprender ni cambiar, cuando tus fortalezas quedan aparcadas y la organización rígida carece de oportunidades y flexibilidad para crecer o avanzar en tu horizonte profesional.
Al final, la sensación dominante es de vacío profesional: sabes que podrías aportar más, pero nada te impulsa, lo que te hace sentir que se siente como "estar quieto en el lugar" cuando podrías estar creciendo.
Foto de Nubelson Fernandes en Unsplash
Lo bueno (o al menos lo menos malo) es que el rust-out se puede combatir, si lo identificas a tiempo:
Primero, haz una auditoría energética: analiza las tareas que haces y clasifícalas según qué porcentaje te agotan, cuáles te dejan en neutro y cuáles te suman energía. Esa última categoría te dirá por dónde debes moverte. Luego, elimina, delega o externaliza las tareas que más te enfadan o que no aportan valor. Reconoce tus talentos y comunícalos a tu jefe o al equipo para que sepan cómo quieres contribuir. Si la organización lo permite, replantea tu rol: pide proyectos desafiantes, rotaciones internas o tiempo para explorar áreas nuevas.
Si te encuentras en esta situación, puede ser saludable contemplar un cambio de carrera o rol si ves que ese entorno está demasiado enraizado y no da margen para crecer. En última instancia, puede haber situaciones donde el cambio no sea una huida, sino una liberación necesaria para brillar en otro lado.
Foto de Vitaly Gariev en Unsplash
En Trendencias | Cada vez más líderes están dispuestos a renunciar a sus cargos, pero no para irse a otra empresa, sino para trabajar más en donde están
En Trendencias | El secreto de Stephen Curry para ser un millonario exitoso: La cualidad que es "su superpoder" y lo llevó de la NBA a trabajar con Google
Ver 0 comentarios