El oráculo de Juan Roig se está cumpliendo a rajatabla: la comida preparada está en pleno auge y se ha convertido en la mina de oro de Mercadona. La venta de platos listos para comer ha crecido un 48% en España en los últimos dos años, ganando posiciones a la cocina de toda la vida. De hecho, un 46,5% considera que la cocina casera se está viendo desplazada por la comida rápida y hay varias razones para ello.
La forma en la que trabajamos es el principal culpable. Cocinar no encaja en un horario laboral de 9 a 5. La vuelta a la oficina y los tiempos ajustados para comer nos empujan hacia soluciones rápidas, como tuppers o platos preparados. Al llegar a casa, el cansancio de la jornada de 40 horas quita las ganas de encender los fogones a cualquiera. Antes las mujeres eran las principales cocineras y hoy en día siguen siendo las que hacen la compra, pero ya no la cocinan.
Cocinar en casa es ahora más caro que antes. Con la subida del carrito de la compra, una comida casera te sale por unos 3 euros, mientras que un plato preparado en Mercadona o Carrefour sale por unos 3,50 euros. A eso hay que sumarle el tiempo invertido en cocinar, la electricidad y el gas utilizado. Sigue siendo más barato hacerte la comida, pero la diferencia es cada vez menor.
Adiós a la pizza congelada, la comida preparada se vuelve sana. Hasta hace muy poco, la comida preparada era sinónimo de mala calidad. Hoy en día hay opciones más saludables, según los expertos, aunque sigue siendo importante leer las etiquetas y buscar "opciones bajas en sodio, en grasas saturadas y en azúcares". Incluso hay menús completos al estilo Wetaca, con los que comemos variado, natural y sin aditivos sin tener que planificar nada.
Las nuevas generaciones ignoran la cocina. Estudios y expertos constatan que los jóvenes pasan muy poco tiempo en la cocina y su dieta está "más basada en alimentos preparados y ultrapocesados". Por eso, muestran muy poca destreza culinaria, llevando a las recetas de toda la vida a un desuso generacional.
Las consecuencias no calculadas de los platos preparados. Cocinamos menos, así que las cocinas se reducen y convierten en un corner del salón sin nombre propio. Ser productivos es más urgente que alargar las sobremesas, fuente de muchos vínculos afectivos y de tiempo personal que nos ayuda a conectar, desestresar y compartir. Perdemos arraigo familiar y tradicional, al dejar que las recetas de toda la vida queden sustituidas por unos nuggets de microondas.
También renunciamos a la alimentación consciente, aquella en la que nosotros mismos decidimos las cantidades y calidades de nuestra materia prima, con su sabor original y fresco. A esto hay que añadir el impacto ambiental: se calcula que se usan 2.025 millones de envases de plástico para comida preparada anuales solo en la Unión Europea.
Muchos dirán que es un avance, que con la comida preparada se gana tiempo de vida y se ahorra esfuerzo en casa. Pero lo cierto es que cocinar puede ser placentero, relajante y todo un arte, si no vamos con prisas y agotados a más no poder. Está bien ahorrar tiempo, pero sería más sano sacarlo de la jornada laboral y no de nuestro auto-cuidado. Aún hay esperanza: un 59,1% de españoles siguen cocinando en España y son la resistencia. Ojalá no paren, porque con ellos se marcharía un pilar muy grande de la cultura española más rica y tradicional.
Fotos | Mercadona, @mercadona, Carrefour, Aldi.
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