Criar a un niño con inteligencia emocional es un auténtico reto al que los padres se enfrentan cada día. Una de las premisas es conseguir que sean mentalmente fuertes ya que, según las investigaciones, influye en su felicidad y éxito. Según la Dra. Sheryl Ziegler, psicóloga clínica con más de dos décadas de experiencia trabajando con niños y familias, existen diferentes técnicas que los padres con niños mentalmente fuertes realizan, como explica en CNBC, y cuanto antes empecemos con ellas, más fácilmente se desarrollarán para que se conviertan en adultos con fortaleza mental.
Les ayudan a identificar sus emociones
Lo primero es aceptar que todas las emociones existen. Lo que diferencia a alguien con inteligencia emocional es que sabe gestionarlas, así animar a tus hijos a identificar cualquier emoción y expresarla en un ambiente seguro, es crucial. Enseñar a identificar esas emociones, como explica la experta, “fortalece el vínculo entre padres e hijos y les enseña que sus pensamientos y sentimientos importan”. Podemos hacerlo de una forma sencilla preguntándole cómo se siente y usar la corregulación cuando se enfrentan a emociones que les resulten desagradables.
Priorizan su propia salud mental
No podemos cuidar a nadie si antes no nos cuidamos. Este mantra también aplica a los padres, aunque no nos lo parezca porque como bien explica la Dra. Ziegler, “la salud mental de un niño está estrechamente relacionada con el bienestar de sus padres. Al cuidar tu propia salud mental, estarás mejor preparado para satisfacer las necesidades de tu hijo”. Podemos empezar por normalizar las conversaciones sobre salud mental y no temer decirles que hemos tenido un mal día o uno estresante.
Celebran el esfuerzo, no los resultados
Comprender que, como seres humanos, nuestro valor no se basa en lo que hacemos o conseguimos sino en quiénes somos, es el primer paso porque consigue que nuestra autoestima no dependa de una validación externa. “Los niños que creen que sus habilidades pueden mejorar con esfuerzo son más resilientes ante la adversidad. En lugar de solo elogiar los resultados, elogia el esfuerzo, la creatividad y la perseverancia”, explica Ziegler. Les enseña que no pasa nada si fracasamos porque lo importante es conseguir ser quienes somos.
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En lugar de dar la enhorabuena por un sobresaliente, alaba su esfuerzo para conseguirlo. “Este cambio sutil en el lenguaje ayuda a los niños a comprender que los desafíos son oportunidades para aprender”, asegura la experta. En esta misma línea, que los niños vean el fracaso como un trampolín hacia el aprendizaje, “hace que estén más dispuestos a asumir riesgos y desarrollar resiliencia”.
No solucionan los problemas de los niños, les enseñan a buscar soluciones
Aunque pensemos que cuidar a nuestros hijos es evitar que tengan problemas, si pensamos en la vida lo normal es pensar que los desafíos formarán parte de ella. “Ofrecer orientación sin resolver el problema de inmediato ayuda a los niños a desarrollar una mentalidad centrada en la búsqueda de soluciones”, explica Ziegler. Animarles a pensar de forma crítica con preguntas abiertas como “¿Qué crees que podrías hacer ahora?” o invitarles a revisitar el pasado para que ellos mismos busquen la solución un “¿Cómo resolviste esto antes?” fomenta su autoestima y su sentido de competencia.
Tienen rutinas y establecen límites
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao asegura que “la importancia de que los padres y madres enseñen límites y normas (de forma positiva) es tan grande como la de darles afecto y seguridad”. Es tal la importancia que existe todo un área del cerebro que se encarga de aprender y acomodar los límites, como explica en su libro ‘El cerebro del niño explicado a los padres’.
Una de las razones por las que es bueno que existan límites y rutinas en la vida de un niño, es que crea un entorno donde los niños se sienten seguros. “Estas rutinas reducen la ansiedad al eliminar la incertidumbre y brindan a los niños la libertad psicológica para aprender y jugar”, explica Ziegler.
Fomentan la independencia y responsabilidad de sus hijos
Hace poco te hablaba de los niños que hacen tareas domésticas desde pequeños tienen más inteligencia emocional cuando crecen según Harvard. Asignar responsabilidades apropiadas para su edad, ayuda a los niños a sentirse parte de la familia y a desarrollar la confianza en sí mismos y como bien apunta Ziegler “contribuyen a una comprensión realista del funcionamiento del hogar y la familia”. No pensarán que la cena viene de la nada, sino que entenderán que hay alguien que dedica esfuerzo y cariño en hacerla.
Dejando que hagan regularmente tareas domésticas, conseguiremos que se desarrolle “un mayor sentido de responsabilidad, autosuficiencia, mejor gestión del tiempo y mejores relaciones sociales cooperativas”, como asegura la experta. Los hace autónomos e independientes y eso es bueno para ellos.
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