Cogió su guitarra, se grabó en vídeo y después todo vino rodado. La voz de Taylor Swift gustó a una marca textil y la contrataron como seña de identidad. Cantó entre vaqueros y camisetas durante un tiempo hasta que el éxito más arollador llamó a su puerta. Ha llenado los estadios más importantes del planeta y la reventa de sus entradas asciende a los 3.000 euros por ticket. Swift está de moda y acumula millones en el banco, pero tiene un pasado austero que pocos conocen.
Taylor se crió en Pensilvania, en el seno de una familia humilde. Desde niña, su don por la música era más que evidente. Compuso la primera canción a los 12 años y con 14 se mudó a Nashville (Tennessee) para realizar una carrera de música country. Tenía claro su camino. Quiso convertirse en una estrella y lo ha logrado.
Pero no ha sido fácil. Taylor ha compuesto cientos de canciones y le ha costado lo suyo. Horas y horas de estudio, composición y grabación. Ella se lo guisa y ella se lo come. Es su propia productora y no necesita la ayuda de nadie. Al parecer, Swift es una mujer trabajadora y constante. Algo que, con toda probabilidad, aprendió en la granja de su padre.
Tal y como publica Grazia Magazine, la cantante trabajó entre cerdos y gallinas cuando era joven. "Taylor trabajó en la granja de su familia y cuidando árboles de Navidad", explican. "¿Acaso no le pega todo andar por ahí con una regadera rosa, haciendo que crezcan sanos y fuertes?", bromean desde el citado medio.
"Fue antes de coger la guitarra y ponerse ante la cámara para ser imagen de Abercrombie…", cuentan. Al convertirse en imagen de la marca, su rostro fue conocido en medio planeta. A partir de entonces, todo fue coser y cantar. Sobre todo, cantar.
Fotos | Instagram Taylor Swift
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