Trabajo desde hace casi siete años en remoto. Tengo la suerte de tener un trabajo que amo y que solo con un ordenador puedo hacer desde cualquier parte del mundo. Pero también tiene sus partes malas y algunas las he aprendido a base de meter la pata una y otra vez..
Como pasa con el refrán, “más sabe el diablo por viejo que por diablo” y después de tantos años, estos son los errores que no volvería a cometer teletrabajando y que te cuento para que tú los evites.
Usar la silla que me sobra en casa
He trabajado con la silla que mis padres jubilaron de su despacho, con una silla del salón, con un taburete y hasta con una pelota de Pilates. Jamás se repetirá. Paso más de ocho horas sentada en la misma silla y mi espalda, mis glúteos y mis piernas agradecen cada euro que me he gastado en tener una silla decente.
Como bien explican desde Xataka “cuidar las posturas y los lugares en los que nos sentamos va mucho más allá de comodidad: es una cuestión de salud”. Después de años con dolores de espalda ahora tengo claro que una silla ergonómica es imprescindible para trabajar.
Dejar de formarme
Cuando trabajas en una empresa grande y acudes a una oficina es posible que esta te ofrezca diferentes formaciones. Si trabajas en remoto o como autónoma, es más que probable que no exista formación por parte de tus clientes. Cuando comencé a teletrabajar dejé de formarme pero pronto me di cuenta del error que es. Había dejado de crecer profesionalmente y eso hacía que me descolgara en mi sector y me diferenciara negativamente con el resto.
Si no sabes cómo hacerlo, la regla de las cinco horas de Bill Gates es maravillosa. En mi caso siempre tengo libros de psicología, sexo, feminismo, relaciones y demás temas con los que me voy formando cada día y que me sirven para mi trabajo diario. Mi librería se va enriqueciendo con los años y poco a poco.
Además existen numerosos cursos gratuitos que puedes hacer por ejemplo los cursos de formación digital de Google, o simplemente aprender un nuevo idioma.
No organizarme el día y pasar de tener una jornada
Cuando empecé con esto de teletrabajar en mi cabeza sonaba fenomenal eso de “no tener horario”. Error. Cuando no tienes un horario establecido corres el riesgo de trabajar más de lo que lo harías con unas horas establecidas. Aunque tengas más flexibilidad horaria que aquellas personas que van a una oficina de 9 a 18 horas, lo cierto es que sin un horario que establezca el fin de la jornada es posible que como yo, te veas a las 10 de la noche escribiendo artículos.
Esa flexibilidad es tu amiga, pero es importante que establezcas siempre un número de horas máximo para trabajar porque aunque teletrabajaemos, no significa que tenemos que estar disponibles 24/7. Si empleo una hora para ir al ayuntamiento a hacer unas gestiones en mitad de mi jornada, solo necesito ajustar mis ocho horas a ese break, pero siempre pensando en que existe una hora de cierre que cumpliré.
Pensar que cualquier momento es bueno para trabajar
Uno de los mayores problemas de trabajar desde casa es que cualquier momento te parece ideal para trabajar. Cualquiera. Contestar un correo a las 11 de la noche, ponerte con una petición de un cliente en una noche de insomnio o emplear los ratos libres de tu tiempo de ocio para adelantar tareas pendientes. No y mil veces no. Durante mucho tiempo he mezclado la vida personal y laboral y ha terminado pasando factura a mi salud mental.
Piensa que en casa no hay un espacio ni físico ni temporal tan delimitado como lo hay en una oficina, pero ahora tengo más que claro que si no está dentro de mi horario de trabajo, no tengo porqué hacer nada de trabajo. Y si me aburro, es preferible dedicarme a un hobby como leer, hacer manualidades o irme al gimnasio, antes que trabajar más.
Trabajar desde el salón, el sofá, la cama y hasta la cocina
Cuando empecé cn esto del teletrabajo la habitación que tenía libre en casa era usada por mi anterior pareja que no estaba dispuesta a compartir espacio, así que yo me pasé meses trabajando en la mesa del salón. Tuve una época en la que trabajaba desde la cocina, donde tengo una gran mesa pero que no deja de ser una cocina, y he trabajado desde la cama y el sofá en más de una ocasión.
No contar con un espacio definido para que fuera mi oficina era el causante de mi estrés, mi baja productividad y sobre todo, era el culpable de que me costara mucho más desconectar cuando las horas de la jornada terminaban, porque mi espacio de ocio y de trabajo eran el mismo. Ahora no renuncio a tener mi propio “despacho” porque mi salud mental nota la diferencia.
Procrastinar y hacer cosas de casa cuando estoy trabajando
Como estás en casa es fácil que encuentres huecos donde en realidad no los hay. Para poner una lavadora, limpiar el salón, cambiar las sábanas, hacer la compra o pasar horas en TikTok. Si trabajas, lo mejor que puedes hacer es trabajar y en los descansos, descansar. No hace falta ser más productiva de lo que serías si trabajases fuera de casa. Piensa en tu día a día como si fueras a una oficina y en ese horario de oficina dedícate a trabajar como si no estuvieras en casa.
Comer delante del ordenador o reducir mi descanso
Puede parecerte que eres más productiva si paras menos, pero pierdes eficacia. Cuando no descansamos, no rendimos. Es una de las cosas que más me ha costado meterme en la cabeza y ahora tengo el truco perfecto: ver una serie en la hora de la comida. La duración media de un capítulo de una serie suele ser de unos 50 minutos, así que empleo 10 minutos en hacerme la comida o calentarla, y los otros 50, en ver un capítulo de una serie. Así siempre me aseguro de que mi descanso para comer es como el de cualquier otra persona, una hora.
Fotos | Anabel Palomares (Trendencias)
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