Bajo el abrigo del macizo de Izarraitz, en pleno corazón de la comarca de Urola Medio, el pueblo de Azpeitia se despliega con el aliciente de esconder un pequeño Vaticano a escala local. Es monumental, espiritual y encima está rodeado de verde hasta donde alcanza la vista. Este municipio guipuzcoano es uno de los más conocidos de Euskadi por la armonía con la que combina historia, arquitectura religiosa, naturaleza y cultura con una naturalidad difícil de encontrar.
El gran protagonista de esta descripción es, sin discusión, el Santuario de Loiola, situado a menos de dos kilómetros del casco urbano. Se trata de un conjunto arquitectónico barroco que se construyó alrededor de la casa en la que nació San Ignacio de Loyola, el vasco más universal (con permiso de Jacob Elordi). La basílica es obra del arquitecto italiano Carlo Maria Fontana y se inauguró en 1738.
Destacando principalmente por su imponente cúpula (de unos 65 metros), lo que la hace visible desde distintos puntos del valle. El conjunto, no obstante, también incluye la Casa Santa o casa-torre medieval de los Loiola. Este se caracteriza por ser un edificio de piedra y ladrillo donde se conserva la habitación en la que San Ignacio inició su proceso de transformación espiritual. Por supuesto, se puede visitar.
Sin embargo, reducir Azpeitia solo a su santuario sería quedarse corto. Su casco antiguo conserva edificios con siglos de historia, como la Iglesia de San Sebastián de Soreasu, de origen medieval y que destaca por sus ocho capillas, su gran retablo y por haber sido el lugar del bautismo de San Ignacio. En las inmediaciones encontramos otras joyas como la Casa Torre de Enparan, del siglo XIV (y ampliada en el XVIII), o la Casa Basozabal, considerada la edificación civil más antigua de la localidad.
El paisaje también juega un papel protagonista puesto que Azpeitia está custodiada por el macizo de Izarraitz, cuyas cresterías rocosas dominan el horizonte. Desde aquí parten rutas de senderismo hacia cimas como Erlo, Xoxote o Kakueta (esta última ya en el término de Azkoitia). Aunque, para quienes prefieren paseos más tranquilos, la Vía Verde del Urola, junto al río, permite recorrer el entorno con calma y deleitarse con el paisaje.
Otro de los grandes orgullos de la localidad es el Museo Vasco del Ferrocarril, ubicado en la antigua estación de la línea Urola (que unía Zumaia y Zumarraga y que hoy está en desuso). Es uno de los museos más importantes de su género en Europa y actualmente alberga más de 60 trenes restaurados, además de objetos históricos vinculados al mundo ferroviario. Incluso hay temporadas en las que se pone en marcha un tren de vapor que recorre el valle.
Entre paseo y paseo, y como no podía ser menos en el País Vasco, Azpeitia también invita a sentarse en sus bares y restaurantes para disfrutar de la gastronomía local. El marmitako, el bacalao al pil pil, los "pintxos" y la sidra forman parte del menú de diario.
Con unos 14.700 habitantes, sus tres museos, numerosos edificios históricos, balcones de madera y un entorno natural privilegiado, Azpeitia es uno de los destinos más completos del interior de Gipuzkoa. No se puede pedir más para una escapada de fin de semana.
Foto de portada | Gobierno vasco
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