La gala del MET de 2016 dejó bastante claro que la mayoría de los estilistas de las celebrities vivían en una película de ciencia ficción en ese momento. El tema elegido para la ocasión fue «Manus x Machina: Fashion in the Age of Technology» y la expectación por ver los diseños que traería quedó totalmente desinflada cuando la interpretación que pisó la alfombra roja fue una masa de vestidos plateados y aplicaciones metálicas. “¡Con el juego que daba el tema!”, se lamentaron muchos espectadores y editores de moda.
¿Qué pensaría en ese momento el eterno gran creador de diseños y arquitecturas futuristas Hussein Chalayan? Por suerte, celebrities como Allison Williams o Claire Danes sí aprovecharon la ocasión para mostrar todo el potencial que posee la tecnología aplicada al mundo de la moda y lucieron un vestido cuyas flores habían sido impresas en 3D y otro que se iluminaba solo, respectivamente.
“La tecnología se está comiendo a la moda”
La importancia que le dio el MET a la hermandad de tecnología y moda al elegirla como leitmotiv no fue más que un reflejo de las inquietudes que viene generando la irrupción de lo digital en la industria desde hace varios años. En este sentido, recientemente, aparecía en la portada de The Business of Fashion un titular más que contundente: “La tecnología se está comiendo la moda”.
El autor del editorial, Marc G. Cole, fundador de Bespokify, destacaba en su texto el impacto que está teniendo la tecnología dentro de la industria y exhortaba a toda compañía que se dedique a la moda a incluir el data mining en su negocio para mantenerse vivo en los próximos años. “Las empresas de moda necesitan comenzar ya su transición para convertirse en compañías tecnológicas”, sentenciaba.
Análisis de big data y wearables aparte, una de las mayores irrupciones tecnológicas en la industria ha sido la impresión 3D y, sus aplicaciones en sectores tan distintos como la industria aeroespacial o la medicina, han dejado claro que esta técnica de reproducción es una revolución transversal y global.
De las celebrities y las marcas, al uso doméstico
Para hablar de cuándo se introdujo en el mundo de la moda por primera vez, no podemos remontarnos tanto tiempo atrás. En 2013, Lady Gaga y Dita Von Teese fueron las primeras famosas en aparecer con vestidos impresos en 3D y, hace apenas hace dos años que Danit Peleg, entonces estudiante de ingeniería industrial, creó por primera vez una colección entera de ropa realizada exclusivamente con impresoras 3D en su casa.
¿Y el salto a las pasarelas? La mayor parte se concentra en las propuestas de diseñadores emergentes como Iris Van Herpen, que ya exhibió su trabajo en la semana de la moda de París, con un éxito abrumador de crítica y público. La ruptura total con los modos de hacer tradicionales que implica la impresión 3D complica su incorporación a las casas más antiguas y populares de moda, a excepción de Chanel, que ya presentó su primera chaqueta impresa en la colección de Alta Costura de otoño/invierno 2015-2016.
Ese mismo año, Nueva York acogió por primera vez la primera semana de la moda impresa: NY 3D Print Fashion Show. Pero no sólo en Estados Unidos son pioneros. La española BQ también se ha posicionado como fabricante de impresoras 3D en Europa y, de hecho, es la marca elegida por Danit Peleg para trabajar en su laboratorio de impresión 3D doméstico.
Precisamente, es en las casas donde la presencia de la impresión tridimensional se está haciendo cada vez más fuerte de manera sutil y paulatina. En España, se están encargando de ello algunos estudios como Comme des Machines y Chuic, que además colabora con el diseñador brasileño Ricardo O'Nascimento, junto al cual estarán el 18 de septiembre en Avantex.
También con la tecnología de BQ, ambas marcas han hecho su apuesta por introducir poco a poco el futuro en nuestros hogares a través de camisetas y accesorios para uso personal o para casa, respectivamente.
Prendas sostenibles y más resistentes
También la firma española Yono Taola utiliza las impresoras de BQ para elaborar sus prendas, que nacen de polímeros (plásticos) biodegradables como el PLA o el FilaFlex. Y es que, esta es, precisamente, una de las ventajas de la ropa 3D frente a la tradicional, que es sostenible. Lo es hasta el punto de que el material impreso se puede reutilizar y fundir para reimprimirlo con otro diseño. También son prendas más flexibles y más duraderas. ¿Cómo cuajarán en el fast fashion?
No solo las prendas son mejores, sino que la idea es que sean extremadamente accesibles. Te preguntarás, ¿más accesibles que ir a una tienda y comprarlas o pedirlas por internet y que te lleguen a casa? Sí: accesibles nivel descargarlas e imprimirlas tú mismo en casa. Te preparas el desayuno y mientras tanto, de paso, te haces una chaqueta. Todavía se tardan unas 220 horas en imprimir una chaqueta, pero varios fabricantes ya están trabajando para recortar estos tiempos y hacer más asequible la impresión 3D a los usuarios corrientes.
La idea es que, si el proceso de producción de una prenda hoy es de mínimo 15 días aproximadamente, con la impresión 3D este tiempo se reduzca a unas horas. La fabricación podría llegar a ser individual y doméstica por lo que, ¿dónde quedarían los costes de producción en masa? Hoy, Peleg vende sus chaquetas a medida por 1.700€ pero, ¿qué pasará cuando todos tengamos una impresora 3D en casa y solo tengamos que pagar los filamentos y el patrón (si no lo hacemos nosotros mismos, también)?
Quizá podamos encontrar respuesta a alguna de estas preguntas los próximos 18 y 19 de septiembre en los Fashion Startup Awards, donde estarán presentes BQ y algunas de las compañías más prometedoras en lo que al futuro de la moda se refiere. Ya lo rezaba uno de los titulares de Quartz hace poco: “El futuro de la predicción de tendencias vendrá dado por los innovadores en tecnología, no por los diseñadores de moda”. ¿Será verdad?
Imágenes | Instagram Allison Williams, Danit Peleg, BQ, Chuic