Si quieres que tu hijo sea más inteligente, deja de contestar a todas sus preguntas. Podrías estar limitando su curiosidad sin darte cuenta

Tu hijo te pregunta porque llueve, a lo que tú respondes que porque las nubes del cielo tienen agua. Te mira y pregunta, ¿y por qué? Pues cariño, contestas, porque el vapor de agua se condensa y forma las nubes, y cuando hay demasiada agua, cae en forma de lluvia. Asiente y de nuevo pregunta ¿y por qué? Según el psicólogo de Harvard Paul L. Harris, los niños entre los 2 y los 5 años pueden llegar a hacer 40.000 preguntas durante ese tiempo. 27 preguntas al día. Esta fase de curiosidad extrema es lo que comúnmente se conoce como la edad de los 'por qué' en los niños. Forma parte de un desarrollo infantil normal y es imprescindible para su lenguaje y su desarrollo cognitivo.

Alberto Soler, psicólogo experto en crianza, nos explica que en esa fase contestar a todas sus preguntas no es tan buena idea. De hecho en sus redes sociales aconseja algo: "No contestes a las preguntas que te hagan tus hijos". Al hacerlo, según Soler, podemos limitar su curiosidad.

Lo que explica el experto es que esas preguntas que nos hacen los niños, son mucho más interesantes para su desarrollo cerebral y su inteligencia que las respuestas que podamos darles. “Cuando nos hacen esas preguntas sentimos la necesidad de demostrar lo mucho que sabemos. Nos ponemos en plan profe y solucionamos todas sus dudas”, asegura. Es mejor cambiar de estrategia y en lugar de responder con información, hacerlo con otra pregunta. Según Soler, “esto mantiene activa su capacidad de razonamiento y fomenta un pensamiento más profundo. No es solo cuestión de darles respuestas, sino de enseñarles a seguir haciéndose preguntas”.

El psicólogo Scott Shigeoka explica en su libro ‘Seek: How Curiosity Can Transform Your Life and Change the World’, que la curiosidad es un signo de inteligencia y que cuando la fomentamos para comprender el por qué de las cosas y cómo suceden, trabajamos en nuestra inteligencia. Cuando hablamos de infancia, como padres podemos ayudar a fomentar esa creatividad contestando a sus preguntas con otra pregunta como  “¿Qué crees tú?” o “¿Por qué te parece que es así?”.

Esmeralda R. Vaquero explicaba en Ethic que “en la infancia nos resulta sencillo interesarnos por los temas más variados, pero en la adultez vamos perdiendo esa actitud de apertura”. No cerremos puertas a la curiosidad de los niños, porque así cuando crezcan seguirán siendo adultos curiosos.

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