Cómo me gusta Bianca Balti, ella es la Helena Christensen del nuevo siglo, aquella dulce Helena que daba espasmos contemplar en el vídeo de Chris Isaak. Morena, ojos claros, pelo interminable, ojos de gata y pose de leona. Verla a ella entre los asistentes al desfile de Dolce Gabbana ha capturado mi interés.
Si fuera mi amiga no me cabría más que odiarla, no sólo es una diva, sino que además tiene prole pero cuerpo de adolescente. ¡Qué vida ésta la de las modelos! Su novio actual, el cantante Francesco Mele, es de todo menos bello como tampoco lo es el que ha sido marido de Stephanie Seymour durante 20 años, otra de mis favoritas, o el de Paulina Porizkova, otro más. ¿Para qué más belleza si tú la tienes toda? Ella es protagonista de sus campañas desde hace años y no podía faltar enfundada en su Dolce.
Giovanna Battaglia también estaba allí como parte principal del fashion system, ese que antes se escondía tras la firmas de unos reportajes de moda de una revista y ahora, algunas, son omnipresentes como si tuvieran el poder de la ubicuidad. Muy mona, como siempre.
Anna Dello Russo es la Carmen Lomana internacional, la mujer que demuestra (a veces no) que una mini, un tocado estrambótico, enseñar cachas hasta el hartazgo o unas Doc Martnes se pueden lucir a los taitantos, que no he logrado encontrar su edad por más que la he googleado. Afortunadamente para sus excentricidades trabaja en moda (y no es nuestra madre). Más discretita que de costumbre e ideal con su vestido de pan de oro en honor a los Dolce.
André León Talley también estaba allí, el semper fidelis acompañante de Anna Wintour lució otra excentricidad que sólo puedes lucir cuando tienes una vida en la que no vas al súper y tu trabajo puede explicar tus cosas raras. Sandalias de monje tibetano y túnica negra que le robó a Demis Roussos.
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