Algunos futbolistas son conocidos por su gran calidad técnica. Sólo los auténticos cracks ocupan las portadas de los diarios deportivos nacionales y su vida privada tiene el mismo seguimiento que si se tratase de un actor de Hollywood. Son personas que allá donde van llaman la atención y despiertan más de un suspiro entre las jóvenes quinceañeras.
Algunos de ellos también son conocidos fuera del terreno de juego, ya no sólo por sus affaires amorosos o por sus salidas nocturnas, si no más bien por sus escaso gusto a la hora de vestir, rozando muchas veces lo hortera, como el caso del madridista Sergio Ramos (foto superior).
El defensa del Real Madrid eligió para una concentración de la selección española un traje blanco de raya diplomática, una camisa gris plomo y una corbata en la misma tonalidad. Algo horroroso, bajo mi punto de vista. Probablemente sea un traje muy caro, de eso no me cabe duda. Aunque el gusto para eligirlo no lo ha tenido. Las gafas de sol que luce en pose chulesca tampoco tienen desperdicio.
Y es que la clase y el buen gusto no se compran con dinero. La cantidad de millones que cobran estos deportistas es tan grande que muchas veces no saben ni qué comprarse, su armario se convierte en un “popurrí” de marcas italianas, en el que nunca faltan las zapatillas deportivas plateadas de Dolce Gabbana y Bikkembergs. Bandoleras con el logo de Louis Vuitton, et.
Un vestuario que se mezcla con americanas llamativas de Gucci, como la amarilla de Cristiano Ronaldo y con cinturones con el logotipo de la firma en tamaño XXL. Otra prenda digna del museo de los horrores son las camisetas con el nombre de VERSACE impreso en letras doradas como las que lucía Michel Salgado cuando fichó por el equipo blanco.
Hoy en día los futbolistas abusan del “look sporty”, un estilo demasiado deportivo en el que desaparecen por completo las camisas y los zapatos, algo que sólo se ponen en sus concentraciones de fin de semana o cuando acuden a recoger un premio. No es necesario ir como un pincel a la ciudad deportiva, pero tener un mínimo de clase no estaría mal.
El problema ya no es sólo que vayan más o menos sport si no que su forma de vestir copiada de los modelos de pasarela se convierte en parte de su atuendo diario y muchas veces más que futbolistas parecen hombres disfrazados de modelo. Salvando las distancias, claro está.
Otro hombre que me llama la atención es el futbolista del Fenerbahçe, Dani Güiza, un delantero goleador que nos ayudó a conquistar la Eurocopa, del que nadie duda su calidad. Pero oirle hablar fuera del campo y verlo vestido es como contemplar un cuadro de Salvador Dalí. Puro Surrealismo.
Y quién no se acuerda de Raúl González, que antes de conocer a su actual mujer hacía del chándal su prenda estrella, fuera y dentro del campo. Una cosa es querer ir cómodo y otra muy distinta es llevar el logo Adidas día y noche, por mucho dinero que te pague la multinacional deportiva.
Podíamos seguir dando muchos más nombres, pero estos ejemplos son suficientes para ver qué la clase y el estilo no se compran. Y que el buen gusto es algo innato que no se adquiere en una tienda de Armani, o por lo menos yo lo veo así.
Foto | Cadena Ser, Qué me dices!