Angela Merkel, la mujer más poderosa del mundo, huye de convertirse en referente del feminismo

Angela Merkel, la mujer más poderosa del mundo, huye de convertirse en referente del feminismo
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Lo vimos hace unos meses. Ante la pregunta de una periodista sobre si se consideraban feministas, la respuesta de Angela Merkel fue muy tibia. Llama la atención que la que se ha convertido en la mujer más poderosa del planeta (después de su reelección este domingo como canciller alemana tras 12 años en el poder), que podría convertirse en un verdadero símbolo feminista, quiera desligarse de esa figura reivindicativa.

Aunque aún tiene que establecer pactos con otros partidos para afianzarse en el puesto de canciller (con el peligro de una extrema derecha ascendiendo en votos), Angela Merkel va ya por el cuarto mandato. Además de los grandes logros económicos y de empleo de Alemania, la canciller conservadora también suma políticas socialdemócratas, como el matrimonio homosexual, la introducción del salario mínimo interprofesional y la obligación de que el 30% de los puestos de consejeras de las grandes empresas estén ocupados por mujeres. Una gran medida feminista para no ser feminista.

Angela Merkel es una líder discreta, reservada, casi aburrida, que huye de mostrar ese perfil duro propio de un puesto tan importante, al frente de la cuarta mayor economía mundial. ¿Puede que pasar desapercibida sea una estrategia más adecuada que la de Hillary Clinton para hacerse con el poder?

Merkel se crió en Alemania Oriental, donde las mujeres trabajaban pero en casa existía un fuerte patriarcado, y quizás por eso no se ha querido convertir en una figura señalada del feminismo. Al llegar al poder, cuando se la preguntó por ser la primera mujer canciller contestó con evasivas. Y eso que en Alemania, al igual que en España, el feminismo reivindica la igualdad entre géneros y no debería tener ningún matiz discriminatorio.

Lo cierto es que salir de su vestimenta gris y desaliñada, y lucir en 2008 algo más escote del normal en la Ópera hizo que toda la prensa lanzara titulares y fotos opinando de su atuendo. Ser poderosa y ejercer de mujer, femenina y feminista, parece incompatible, y ella misma confiesa que la moda no le interesa.

El camino hacia el poder más seguro para las mujeres pasa por ser sutil, ser eficiente sin resultar amenazadora, que el hecho de ser mujer sea algo secundario y que el buen trabajo hable por sí solo. Esa es la estrategia que ha seguido Angela Merkel y que tan bien le ha funcionado.

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