Pepa López
Editor SeniorTenemos el enorme privilegio de vivir en España, el país más visitado por turistas de todo el mundo. A veces lo damos por sentado, pero a mí me encanta recorrerlo y descubrir sus rincones más desconocidos. Así fue como encontré este poblado pesquero ancestral, escondido en la isla del Hierro y con una tradición marinera que se mantiene hasta nuestros días.
El Pozo de las Calcosas es un poblado que los pescadores de El Hierro fueron levantando de forma espontánea, para pasar el verano y estar cerca del mar en temporada de pesca. Lo hicieron en un lugar imposible, en una bahía bajo un acantilado, con el feroz océano Atlántico en sus puertas.
Para llegar, hay que dejar el coche en lo alto, junto a dos restaurantes de comida típica canaria. Las vistas desde allí arriba son imponentes, con la aldea negra y los charcos naturales llamándote desde abajo. Esta motivación es fundamental, porque la bajada a pie por el sendero empedrado no resulta sencilla. Yo la hice con paraditas para disfrutar del paisaje, recuperar el aliento y respirar el olor del mar.
Al llegar fui recibida por un pueblo hecho de roca oscura, que me recordó mucho a los pueblos negros de Guadalajara. En este caso, un local me explicó que se llaman casas pajeras y son construcciones tradicionales herreñas, realizadas con piedra volcánica y techos de paja de centeno, para que se integren en el entorno.
Aunque los tejados parecen débiles y desde arriba se ven derruidos, lo cierto es que cuando estás en la aldea te das cuenta de que, en realidad, siguen siendo hogares funcionales y utilizados por los vecinos para desconectar unos días. Huelga decir que allí abajo no hay Internet, cobertura y la luz llega con paneles solares.
De hecho, está tan escondido que solo se puede llegar a pie. El mismo señor que me contó la historia de las casas pajeras me dijo que, hace algún tiempo, tenían una polea con un cable que iba desde la parte alta del acantilado hasta el pueblo. La usaban para bajar provisiones y materiales pesados. Hoy ya no está, así que utilizan carretillas. El crossfit de los valientes, si me preguntan.
Bajar hasta el Pozo de las Calcosas es toda una aventura, pero merece la pena. Abajo del todo se encuentran sus maravillosas piscinas naturales, creadas por las formaciones de lava y mejoradas con bordillos y escaleras para evitar accidentes. El agua del mar llena los charcos cada día y los muros protegen de las olas y el mareaje. Eso sí, si la marea está alta lo mejor es evitar el baño, que el Atlántico no es poca cosa.
Fotos | Hola Islas Canarias, El Hierro, @pepatatas.
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