Para llegar a los 60 estupendos y poder disfrutar a tope de esa década, hay que cuidarse un poco y dejar de lado algunos hábitos que sin darnos cuenta pueden restarnos energía y bienestar
Llegar a los 60 no es solo cumplir años: es entrar en un territorio nuevo, con más perspectiva y con la oportunidad de decidir cómo quieres vivir todo lo que viene. Es una etapa en la que muchas personas redescubren su ritmo, sus intereses y su manera de estar en el mundo. Y no lo decimos nosotros. Un estudio de Harvard que lleva más de 80 años siguiendo la vida de cientos de personas afirmaba que la felicidad alcanza su punto más alto alrededor de los 60 años.
Los investigadores Robert Waldinger y Marc Schulz descubrieron que en esta década de la vida, las personas comienzan a reconocer los límites de la existencia y desarrollan una percepción más real de la mortalidad, lo que paradójicamente las hace valorar más cada momento. Es como si finalmente entendiéramos qué es lo que importa de verdad.
Y un estudio estudio publicado en la prestigiosa revista Intelligence revela que nuestro cerebro alcanza su pico de rendimiento entre los 55 y los 60 años. En este mismo estudio, se afirmaba que el sentido de la responsabilidad alcanza su punto máximo alrededor de los 65 años, mientras que la estabilidad emocional llega a su cúspide cerca de los 75.
Los hábitos que hay que abandonar para llegar estupendos a los 60
Pero claro, para llegar a los 60 estupendos para poder disfrutar a tope de esa década, hay que cuidarse un poco y dejar de lado algunos hábitos que sin darnos cuenta pueden restarnos energía y bienestar. No se trata de reinventarse por completo ni de convertirse en otra persona, sino de aligerar carga para vivir esta etapa con más intención y libertad. Estos ocho hábitos, muy comunes, son un buen punto de partida para empezar a soltar.
Limitarte por tu edad
Con frecuencia, cumplir 60 activa una especie de freno interno: “esto ya no es para mí”, “a mi edad no tiene sentido”, “ya pasó mi momento”. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad. Hay quienes se han lanzado a aprender un idioma, a empezar un oficio, a viajar de otra manera o incluso a emprender cuando otros ya estarían pensando en retirarse. La edad no define tu capacidad, solo marca el año que figura en tu DNI. Lo demás lo decides tú.
Descuidar tu salud física
Una de las trampas más habituales es pensar que ya no merece tanto la pena esforzarse. Y justo ahora es cuando más impacto tiene cada decisión relacionada con el movimiento, la alimentación o el descanso. Cuidar el cuerpo es también cuidar el ánimo: dormir mejor, tener más energía, sentirte más ligero… Son pequeños cambios que multiplican tu bienestar.
Y si además, sales a caminar a diario o haces entrenamiento de fuerza, verás como te encuentras mucho mejor. También es conveniente hacer snacks de movimiento, o lo que es lo mismo hacer pequeños ejercicios cada poco tiempo para mantenernos activos, además de incorporar rutinas como ir a comprar andando o subir las escaleras a pie en lugar de coger el ascensor.
Resistirte al cambio y vivir en el pasado
La nostalgia es natural, pero anclarte al pasado puede convertirse en una fuente silenciosa de estrés. El mundo se mueve, y aferrarse a lo que fue solo crea fricción interna. Adaptarse, observar lo nuevo sin miedo y permitirte evolucionar es una forma poderosa de vivir con más calma y menos resistencia.
De nada sirve recordar esos tiempos felices con los hijos en casa, o cuando tenías un trabajo que te gustaba, si no eres capaz de vivir el momento y disfrutar de todo lo que la vida te puede regalar en el momento actual.
Revisar y reflexionar es útil, pero vivir anclado en lo que pudo ser (errores, decisiones, oportunidades perdidas), te roba la vida que tienes delante. El presente sigue ofreciendo caminos, aunque sean distintos a los que imaginabas.
Descuidar tus pasiones
A veces dejamos en pausa nuestras aficiones durante años, casi sin darnos cuenta a causa del estrés, la falta de tiempo y las obligaciones. Recuperarlas (o descubrir otras nuevas) devuelve ilusión, estructura los días y aporta una alegría que no depende de nada externo. Es un recordatorio de que seguir creciendo también pasa por seguir disfrutando.
Aferrarte al resentimiento
Todos sabemos lo que es el resentimiento. Esa cosa que se nos agarra dentro y que es complicado de soltar en ocasiones. Este resentimiento puede ser contra alguien, o incluso contra nosotros mismos por haber hecho, o por no haber hecho, una cosa en un determinado momento de nuestra vida.
Desde el Centro de Psicología Canvis, lo definen como "una emoción compleja que surge de la percepción de injusticias, agravios o traiciones. Esta emoción puede manifestarse como un sentimiento persistente de amargura y enojo, y a menudo está vinculada a experiencias pasadas no resueltas".
El resentimiento envejece por dentro, pesa y nubla todo. Liberarlo no significa justificar lo ocurrido, sino romper el vínculo emocional que te sigue lastimando. Perdonar (a otros y a uno mismo) es una forma de descanso mental que muchas personas descubren tarde y que cambia radicalmente la manera de vivir el presente. De hecho, es clave ser amable con uno mismo, algo fundamental para ser feliz.
Intentar complacer a todos
Hay etapas en la vida en la que se intenta complacer a todos. Puede ser por la forma en la que nos han educado, por no saber decir que no, por el miedo al rechazo y a quedarse solo... El caso es que conforme pasan los años, muchas personas van aprendiendo que no somos croquetas: no podemos gustar a todos, ni complacer los deseos del resto del mundo a cada momento.
Seguir actuando para satisfacer expectativas ajenas drena energía y deja poco espacio para lo que realmente te importa. Aprender a decir “no” es proteger tu tiempo, tus prioridades y tu paz mental. Tampoco es aislarse y decir que no a todo, simplemente, se trata de equilibrar y saber hasta dónde puedes llegar para que también puedes cuidar de ti mismo, además de poner límites a personas y situaciones que te pueden hacer sentir mal.
Olvidar practicar la gratitud
Agradecer no es un gesto naíf ni superficial. Es una herramienta con un impacto real: te desplaza del déficit a la abundancia, de lo que falta a lo que ya está, tomando conciencia de lo afortunados que somos en este momento.
Puede ser que tengamos algún dolor, que no tengamos la vitalidad de antes, pero también hay que valorar todo lo que tenemos en esta etapa de nuestra vida... Y esa perspectiva transforma tu manera de enfrentar cada día.
Fotografías | Shurkin, Freepik, Freepik
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