Y, de repente, es invierno. “¿Cómo puede ser? ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, te preguntarás. Keep calm, amiga, y destierra esa nube negra de tu cabeza y tus pensamientos. Porque, sí, como en un abrir y cerrar de ojos te has visto enfundándote el gorro hasta las cejas, abrochándote las botas militares —ante todo, a la moda— y sacando de tu armario ese abrigo largo que te da un aire de institutriz inglesa. Pero, ¿qué hay de malo en todo esto?
Al aparato tu coach trendy para ayudarte a verle el lado bueno a los días fríos. ¿Preparada para la catarsis? Allá vamos.
El invierno es un viaje. Un viaje al calorcito de tu hogar, a los libros que se te acumulan en la estantería, a los fines de semana de invasión de la casa del pueblo de tu amiga —tiene chimenea, ¿cómo no querer conquistar una casa con chimenea?— y a las tardes de chocolate con churros sacando de paseo a la señora de 80 años que llevas dentro. Y es, también, un viaje a la Navidad.
¿O acaso hay algo mejor que pasear por las calles heladas de la ciudad mirando encandilada las lucecitas de las farolas y los escaparates? Sí, lo hay: hacer eso mismo con un humeante paquete de castañas en las manos. Porque la Navidad está para cumplir clichés (y disfrutarlos), para volver a casa como el turrón y para creer con firmeza que un reno de nariz roja va a beber agua y comer mazapán en tu ventana. La Navidad es, en sí misma, un viaje.
Primera parada: los días en familia
Sales de trabajar, te pones jersey estampado que se fue contigo a casa en tu última tarde de compras, te enfundas el abrigo de cuadros amarillos y vuelas. Al tren, al coche, al metro o al bus. Donde sea, pero vuelas para poder llegar a casa lo antes posible. Que tu madre te espera con las croquetas recién hechas y tus sobrinos, con los vídeos de la actuación de villancicos del colegio.
¿Te resulta familiar esta escena? Es uno de esos clichés que nos encanta repetir (y guardar en el corazón) cada año.
En esos instantes, pocas cosas importan más que descansar, desconectar y disfrutar de los bailes de tu prima adolescente, de las preguntas de tu abuela sobre tu situación amorosa y de las confesiones con tu hermana, que te pregunta de dónde has sacado ese look tan cool.
¿Este jersey con bloques de color? Sabías que iba a arrasar en la cena y que te daría mucho juego. Porque te lo puedes poner con unos jeans para jugar a las películas en la sobremesa. Pero también para salir a tomar vermú al día siguiente con tus primos mayores porque-si-no-no-quedamos con la minifalda abotonada que tanto les gusta a tus compañeras de la ofi.
Y porque, si por ti fuera, Xmas lover, te lo pondrías de aquí a marzo y hasta para salir de fiesta, con una coleta con lazo de terciopelo para parecerte a Zooey Deschanel en 'The New Girl'.
Segunda parada: dar en el blanco con la escapada navideña
En tu empeño por lucir ese ese jersey tan cómodo y navideño de Esprit tantas veces como te sea posible, lo incluirás también en tu maleta para la escapada invernal perfecta: un fin de semana con amigas en la nieve. Haciendo una batalla campal con bolas blancas, armando un muñeco de nieve como si fuerais unas Geppetto del hielo y saturando el carrete de fotografías de vuestro móvil.
Porque la nieve es tan fotogénica como instagrameable. Y mucho más, si llevas semanas esperando la ocasión perfecta para estrenar ese plumas de Esprit con estampado de montañas que te puso ojitos desde la percha de la tienda junto con la cinta de pelo de lana.
¿Qué más incluir en tu maleta para pasar un finde perdida en las montañas? Un look a juego con el de tu mejor amiga para continuar con la sesión de fotos. Como este conjunto de pantalón de punto con rayas laterales y jersey a tono, mira cómo favorece el azul eléctrico. “¿Chándal, yo?”, pensarás… segundos antes de caer rendida a la comodidad y versatilidad de las prendas con un toque sporty.
Porque su vida útil va más allá de esta escapada: prueba a combinarlos con una camisa blanca y unos pendientes llamativos. Maravilla estilística digna de la mismísima Leandra Medine.
Tercera parada: reencuentro con amigas
Todas hemos pasado por una de estas dos situaciones: o te marchaste de tu ciudad nada más acabar la Universidad (o para empezarla) o te quedaste allí y fueron tus amigas las que se fueron. Y, si bien es cierto que nos echamos mucho de menos durante todo el año —cuesta acostumbrarse a no poder tomar ese necesario café juntas siempre que apetezca—, no vamos a negar que los reencuentros navideños tienen algo especial desde que os separasteis.
Habéis convertido esas cenas en un momento único, vuestro, especial. Y, sí, os habéis venido arriba en muchas ocasiones. Como aquel año en el que preparasteis un menú de Acción de Gracias digno de un capítulo de Friends. O aquel que decidisteis ir vestidas de personajes de películas de Navidad.
Este año habéis decidido vestir looks cómodos, pero con un punto arreglado. Que sirvan tanto para charlar hasta el amanecer como para tomar unas copas en vuestro bar de siempre. Tú, que siempre has sido muy de pantalones, sacas del armario ese versátil camel con perneras anchas de Esprit que tan cómodo y estiloso te resulta.
Aunque tal vez te animes a llevar la falda midi algo brillante que combina tan bien con tu suave jersey rosa. “Lo que hacen unas medias y unos tacones”, dirá tu cabeza al ver cómo la misma falda que vestiste en la cena de empresa con taconazos y medias de plumeti cambia radicalmente con medias tupidas y tus botas cowboy. Larga vida a los armarios 360.
Cuarta parada: un nuevo comienzo
Nos resulta imposible no llegar al 31 de diciembre con una lista de propósitos. Pero, igual que en el invierno, no hay nada de malo en eso. En querer pasar más tiempo con tu familia, en dejar el móvil de lado y cuidarte más, en soñar alto y fuerte, en empezar a decir ‘no’ cuando hace falta…
Esa noche, Nochevieja, por muchos años que pasen, sigue siendo ilusionante y emocionante. Porque la vives y celebras con tus amigos. Porque es el comienzo de muchos comienzos. Y, por qué no, porque es la excusa perfecta para arreglarte más de lo habitual e invertir en ese vestido de noche con lunares jacquard brillantes que te sienta como un guante.
Perfecto en todo momento. Con stilettos y un toque de purpurina en las mejillas para brillar en la primera y última noche del año y bailar hasta el desayuno. O quizá prefieras un formato corto igual de apropiado para la ocasión pero que con bailarinas y labios nude te puede dar juego para la reunión del lunes, cuando la vorágine navideña haya acabado y el viaje —esa travesía que te ha hecho amar el invierno— llegue a su fin. Pero qué viaje, amigas.