Aunque la de los huevos fritos es una de las recetas más sencillas de la gastronomía española (y probablemente, mundial), conseguir que te queden de matrícula de honor no es precisamente moco de pavo. Y ya no nos estamos refiriendo a que la yema esté en su punto, la clara bien cuajada o que tengamos la deseada puntilla. Es que la realidad es que freír un huevo no es tan sencillo como parece, y a quienes no les guste cocinar lo sabrán bien.
Como sucede también con los básicos de vestir, el secreto de este básico de la gastronomía reside en la calidad y los detalles. La calidad del huevo, del aceite y la sartén donde los vayamos a cocinar son tan importantes como ciertos pequeños detalles que pueden arruinar la presentación en cuestión de segundos. ¿ Te suena que el huevo frito se peque a la espátula y de repente se desmonte a medio camino entre la sartén y el plato liándola parda?
Para que esto y otros desastres no sucedan en nuestra cocina, el primer truco es que el aceite debe estar bien caliente. Además, no debemos escatimar con la cantidad ya que luego podemos filtrar el aceite y usarlo para otras frituras como unas patatas fritas. El segundo es que el huevo no debe estar frío antes de cocinarse.
En cualquier caso, si vuestro problema es que el huevo frito siempre se acaba pegando a la espátula (ya sea esta de silicona o de metal), existe una solución. Y no se trata de comprar una espátula mágica con propiedades antiadherentes.
Es simplemente algo tan sencillo como mantener siempre bien engrasada la espátula y, para esto, no hace falta más que sumergirla en el aceite caliente unos minutos antes de que fríamos el huevo. Otra opción es que, en la sartén, procuremos mantener en todo contacto que se produzca con la espátula una buena cantidad de aceite caliente. Esto creará una película que permitirá que los huevos no se peguen a ella y no se nos rompan cuando los sirvamos.
Foto de portada | Joseph Gonzalez
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