Paradoja del rey Salomón: cuando eres muy buena dando consejos pero muy mala gestionándote

Todas conocemos el famoso dicho "consejos vendo, pero para mí no tengo" y, en este caso, la sabiduría popular acierta de pleno, o al menos en mi caso lo hace. Y es que esa frase podría ser mi mantra de vida, la regla en base a la que manejo mi vida. 

Si tuviera que definirme a mí misma con un personaje de serie conocida, diría que soy Lily Aldrin de Cómo conocí a vuestra madre. Y es que, aunque a veces intenté evitarlo, me gusta dar consejos o más bien, ayudar a otras personas a ser capaces de salir de un problema. Y no solo es que me guste, sino que se me da bien

Perdemos la racionalidad cuando nuestras emociones entran en juego

La realidad es que soy buena escuchando y ayudando a quienes vienen a mí a encontrar su propia solución - que siempre es mejor que decirle a alguien lo que tiene que hacer -. En general, quien me conoce sabe que soy buena leyendo las situaciones, las personas y las relaciones sociales, así como intentando ser objetiva y empática

Con una excepción enorme: cuando se trata de mi propia vida. Y es que, cuando la situación es mía y hay emociones de por medio, toda mi objetividad y racionalidad saltan por la ventana. Así que, aunque algunas personas que me cuentan sus problemas puedan creer que soy una persona muy centrada y sensata, la realidad es que yo misma no sé manejar mis dramas, preocupaciones o situaciones estresantes. 

La paradoja de Salomón

La buena noticia es que parece que no estoy sola en esto, y es que esta situación es tan habitual que incluso ha recibido un nombre y ha sido sujeto de varias investigaciones. Habitualmente se le conoce como paradoja de Salomón

Este nombre lo recibe debido a que el rey Salomón era conocido por ser muy sabio y tener muy buen juicio. Tanto que algunas personas viajaban distancias muy largas únicamente para recibir consejo por parte de Salomón. Sin embargo, su vida estuvo llena de malas decisiones. ¿Os suena?

Uno de los psicólogos que más ha investigado sobre este asunto ha sido Igor Grossmann quien, en sus investigaciones, encuentra que el caso de Salomón - y el mío - no era un caso aislado, sino que es algo que le ocurre a muchas personas. 

Uno de los motivos parece ser la búsqueda de información adicional. Es decir, cuando alguien nos cuenta un problema que están viviendo, tendemos a interesarnos por ahondar un poco más en la información que tenemos con respecto a dicha situación, más allá de lo que nos cuenta la persona de primeras. 

Además, intentamos también abordar la situación desde múltiples y diferentes perspectivas e, incluso, a buscar una solución que implique cierta transigencia también por parte de quien nos cuenta el problema. 

Sin embargo, cuando se trata de una situación propia, buscamos mucha menos información adicional, somos menos inclinados a tratar de analizar la situación desde diferentes perspectivas y nos cuesta muchísimo más tomar una solución que implique compromiso y transigencia  por nuestra parte. 

Cómo cambiar nuestra perspectiva

Por suerte, este mismo autor analizó qué podemos hacer quienes sufrimos la paradoja de Salomón para intentar aplicar la sabiduría que mostramos con los demás, también a nuestra propia vida. 

Una de las estrategias que parecen funcionar es intentar pensar en nuestra historia o contarla en tercera persona. Estos investigadores encontraron que cuando hablamos en tercera persona, en vez de en singular, recuperamos en cierta medida la capacidad de buscar más información, analizar la situación desde diferentes perspectivas y buscar una solución que implique compromiso por nuestra parte. 

Es decir, el truco podría estar en eliminarnos a nosotros mismos como actores principales de la situación, de manera que al verbalizarlo en tercera persona podamos analizarlo como lo haríamos con un amigo.

Es decir, lo realmente importante a la hora de ser capaces de tratar nuestros problemas como trataríamos los de un amigo radica en la propia situación y en la perspectiva que tomamos ante ella. Independientemente de nuestra edad o de nuestra inteligencia. Si queremos ser capaces de aplicarnos nuestros propios consejos, la mejor solución parece ser, tratar nuestros problemas como si fueran los de otra persona

Así que, a partir de ahora, intentaré contarme mis problemas, dudas, incertidumbres o quejas como si estuviera hablando de los de otra persona ajena a mi vida. Si funciona, quizás pueda dar este consejo también a otros. 

Imágenes  |  How I Met Your Mother, Giphy

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