El Galacho de Juslibol es una joya natural con una biodiversidad sorprendente a poca distancia del centro de la capital aragonesa
Cuando hablamos de cicloturismo, muchos piensan en preparar la mochila y en recorrer cualquiera de las decenas de vías verdes que tenemos en España. Pero muchas veces, junto a la ciudad donde vivimos tenemos auténticos paraísos ideales para estar en contacto con la naturaleza y donde hacer un poco deporte.
En Zaragoza hay un buen ejemplo con el Galacho de Juslibol. Situado en la zona norte de la capital aragonesa, este paraje natural que sigue siendo el gran desconocido para los turistas e incluso para miles de zaragozanos que nunca lo han pisado, es un paraje natural que nació de una riada del Ebro.
En total, son 115 hectáreas de humedal que albergan una biodiversidad sorprendente, con más de 126 especies de aves, 381 tipos de plantas, 67 especies de mariposas diurnas y 11 mamíferos. Un ecosistema único situado a apenas cinco kilómetros del centro de Zaragoza, junto al barrio rural de Juslibol, y que se ha convertido en una de las rutas favoritas de los ciclistas de la ciudad.
La historia de un accidente geográfico que se convirtió en tesoro natural
La palabra "galacho" es tan aragonesa como el ternasco o el cierzo. Y se refiere a un meandro que el río ha abandonado, esos recovecos que deja el Ebro cuando, tras una crecida extraordinaria, decide trazar un nuevo cauce. El galacho de Juslibol se formó en 1961, a raíz de una riada histórica que inundó decenas de hectáreas.
Aquella inundación, que dejó muchos daños a su paso, guardaba también una sorpresa: el Ebro trazó un nuevo recorrido y dejó abandonado el antiguo meandro, creando lo que hoy conocemos como el Galacho de Juslibol. Una especie de cápsula del tiempo donde la naturaleza ha hecho su trabajo durante más de seis décadas, transformando aquel accidente geográfico en un espacio protegido que forma parte de la Red Natura 2000.
Lo curioso es que probablemente sea el último galacho que se forme en el Ebro. Con el río regulado por presas y encauzado por obras de defensa, estos caprichosos meandros abandonados han pasado a ser reliquias de cuando los ríos discurrían con absoluta libertad.
La ruta circular de 28,5 kilómetros que enamora a los ciclistas
La ruta del Galacho de Juslibol es circular y tiene 28,5 kilómetros, con un nivel de dificultad que lo hace ideal tanto para entrenar como para disfrutar de un paseo más tranquilo en familia. Lo mejor es que puedes comenzarla desde el propio centro de Zaragoza, aunque muchos ciclistas prefieren acercarse en coche hasta el barrio de Juslibol para saltarse los diez kilómetros de carril bici urbano y empezar directamente con "lo bonito".
Allí, es importante saber que el paso de bicicletas por el Galacho (unas 30.000 al año) está permitido exclusivamente por el camino central, nunca por las sendas laterales. Y además, la prioridad siempre es peatonal, por lo que los ciclistas deben reducir su velocidad cuando haya presencia de personas en el camino.
El recorrido es de lo más variado a nivel geográfico y natural. Por un lado, los escarpes de yesos, esos cortados espectaculares que el Ebro modeló durante milenios y que flanquean la ruta ofreciendo vistas impresionantes del valle. Por otro, el verdor exuberante del soto de ribera, con álamos, chopos, fresnos y sauces formando una auténtica selva que poco tiene que ver con la imagen de sequedad que muchos asocian al valle del Ebro.
Durante el camino, te encontrarás con pistas de tierra en muy buen estado, senderos más técnicos entre carrizales y cañas, miradores estratégicos para observar aves, y ese momento mágico en el que cruzas el puente sobre el galacho con vistas al meandro y los escarpes de fondo que te dejan sin palabras.
Y además, el Centro de Visitantes cuenta con un kit de autorreparación de bicicletas para pequeñas averías, disponible de forma gratuita durante su horario de apertura.
Un paraíso ornitológico al alcance de la mano
Si eres de los que disfrutan parándose a observar la naturaleza, el Galacho de Juslibol te va a encantar. Este humedal es uno de los mejores lugares para el avistamiento de aves en Aragón, y no hace falta ser un experto para disfrutarlo.
Entre las especies más habituales, podrás ver garzas imperiales, martinetes, cormoranes grandes, ánades reales y garcetas comunes en las zonas de agua. En los carrizales, que crecen en el fondo del galacho emergiendo como un refugio natural, habitan currucas cabecinegras, cistícolas buitrones y aguiluchos laguneros. Y si tienes suerte y levantas la vista hacia los escarpes, puede que veas algún búho real, halcón peregrino o águila calzada.
En primavera y otoño, el espectáculo se multiplica con la llegada de aves migratorias que descansan aquí durante sus largos viajes entre el norte de Europa y África. No es raro avistar milanos negros, grullas, cigüeñas o incluso algún quebrantahuesos despistado que sobrevuela la zona.
Además del carrizal (la planta más emblemática del lugar), el soto está formado por un bosque de ribera donde conviven sauces, álamos, chopos, fresnos y olmos con arbustos y lianas, creando ese ambiente de selva enmarañada tan característico. En las zonas más alejadas del agua, la vegetación cambia radicalmente hacia un paisaje estepario con romerales, tomillares y aliagares que esconde más de 350 especies botánicas, algunas de ellas endémicas.
Fotografías | Ayuntamiento de Zaragoza
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