Las 11 características que sí definen a una feminista moderna

Llevamos unas horas oyendo hablar mucho de «feministas modernas». El término lo ha traído a colación un vídeo musical de YouTube. Recordemos, antes de nada, que feminista es aquella persona (no mujer, también hay hombres feministas) que defiende la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No lo decimos nosotros, lo dice la R.A.E. Tenemos claro que una feminista moderna no es alguien violento, ni que excluye a los hombres, ni que se basa en panfletos (no lo es, desde luego, la obra de Betty Friedan, de quien se mofa el vídeo) ni que merienda menstruaciones (literal, también lo dice el vídeo). Pero, ¿qué define a una feminista moderna?

La defensa de nuestros derechos

Repetimos: el feminismo es la defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No sabemos cuántas veces habrá que decirlo antes de que todo el mundo lo entienda. Luchamos por conseguirlo, por buscar la equidad en las diferencias y convivir en una sociedad justa e igualitaria.

La igualdad salarial

No, no es una leyenda urbana. Las mujeres todavía tenemos salarios un 16,5% más bajos que los hombres en el entorno europeo. La cifra sube al 19,30% si nos ceñimos a España. Hasta Islandia, paradigma de la igualdad de derechos, vive cada año una jornada de huelga femenina para luchar contra la brecha salarial.

El derecho a vestirnos como queramos...

No nos referimos solo a que las mujeres en algunos países musulmanes estén obligadas a cubrirse con diferentes tipos de velos. Contra eso hay que luchar, por supuesto. Pero también queremos vestir como queramos, sin que se nos acuse de exhibicionistas, de provocar o, desde una visión muy anticuada del feminismo, se crea que ir a la moda, pintarse los labios o preocuparnos de nuestro aspecto sea algo que nos resta un ápice de credibilidad.

...y a ser como seamos

Porque el body shaming en las redes sociales también mata. Porque podemos ser criticadas por gordas, por flacas, por tener mucho pecho, por tener muy poco... Por nuestro cuerpo, en general. Reivindicamos el derecho a vivir felices con nosotras mismas, sin que nadie se sienta con derecho a insultarnos por ello.

La lucha codo con codo con los hombres

Porque necesitamos hombres feministas para que la lucha funcione, para llegar a la igualdad real. Y queremos amarlos, sin que nadie se atreva a creer que los odiamos. Son nuestros aliados, nuestros amigos y nuestros amores, y queremos relaciones sanas con ellos, sin micromachismos, sin desigualdades. Que ellos sean los primeros en apoyar nuestras posturas.

La defensa de nuestros derechos reproductivos

Que ser mujer no tenga nada que ver con ser o no madre. Que podamos decidir cuándo y cómo serlo. Que ninguna mujer tenga que renunciar a ser madre porque pueda perder su trabajo, o porque los permisos de maternidad sean demasiado cortos o porque el padre no se implique en el cuidado.

La derogación de términos vejatorios

Que zorra deje de significar lo que todo el mundo sabe que significa. Que solo sea la hembra del zorro. Que no se utilice puta como el insulto estrella a cualquier mujer que destaque (el caso de Hillary Clinton durante la campaña electoral es una buena muestra de ello). Que el lenguaje se adapte a los nuevos tiempos y las nuevas realidades.

El justo reparto de tareas domésticas y cuidado de los hijos

Tampoco aquí lo hemos conseguido aún. La situación ha mejorado, claro, pero España, en concreto, sigue a la cola de Europa en el reparto de tareas en el hogar. No lo decimos nosotros, lo dice un estudio de la Universidad de Oxford.

La ruptura del techo de cristal

Puede que 2016 sea el año más extraño para hablar de techo de cristal. Reino Unido y Alemania, por ejemplo, tienen al frente políticas mujeres, pero en Estados Unidos no solo Hillary Clinton perdió la oportunidad de ser la primera mujer presidenta, sino que un machista declarado se convirtió en presidente de los Estados Unidos. Vamos viendo avances, sí. Cada vez hay más mujeres importantes en los consejos de administración y los parlamentos. Pero la minoría sigue siendo grande.

El derecho a caminar tranquilas por la calle

Sin que nadie nos persiga al grito de «guapa, guapa». Sin que nadie crea que nos hemos puesto una minifalda para provocar. Sin que nuestros actos se puedan considerar un eximente para comportamientos delictivos. Sin que haya quien se crea con el derecho a tomar por la fuerza el cuerpo de una mujer. Y que, si lo hace, toda la fuerza de la justicia caiga sobre él. Sin que se juzgue a la víctima, su aspecto o su comportamiento. Y sin que, por supuesto, haya mujeres que van a la cárcel por ser violadas.

La lucha, feroz, contra la violencia machista en todas sus manifestaciones

Cómo no. Quizá la mayor lucha que tenemos por delante. Porque, solo en España, 60 mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas el año pasado. 54 en los dos años anteriores. Van 40 en lo que llevamos de 2016. Porque crece el maltrato en la adolescencia. Porque los machistas nos están matando y en esa pelea debemos estar todos.

Esto, y mucho más, es ser una feminista moderna. Con las axilas depiladas o sin depilar. Con el pelo azul, rojo caoba o blanco. Con referentes, motivaciones y métodos pacíficos. Y da igual cuántas reproducciones tenga un vídeo que dice lo contrario: continuaremos demostrando que ser feminista y moderna no tiene nada que ver con lo que creen los enemigos de la igualdad.

Imágenes | Gtresonline, Pixabay, Jojo Oldham, Ayuntamiento de Madrid.

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