Ni morbo ni entretenimiento: la psicología ha descubierto por qué estamos enganchadas al true crime

No es cuestión de morbo, la psicología ha encontrado que tiene una función adaptativa

María Yuste

Editor Senior

Que vivimos en la edad de oro del true crime es evidente. Incluso alguien no interesado en el género puede saber quién es la Viuda Negra de Patraix o qué pasó en Milwaukee a finales del siglo XX. En su entorno fácilmente habrá oído a alguien hablar de la última temporada de series como 'Monster' o del nuevo documental de turno de Netflix. Sin embargo, uno de los aspectos más curiosos de este fenómeno se encuentra en el perfil de quienes consumen dicho contenido

Y es que los datos también cuentan una historia: las grandes consumidoras de este género son las mujeres. Según un estudio de 2024 de Kantar Group, del que formaron parte 10.000 consumidores de países de todo el mundo, incluido España, el 46% de las mujeres prefieren escuchar podcasts sobre crímenes, frente al 34% de los hombres, que se sienten más atraídos por contenidos sobre negocios. Más aplastantes aún son los datos de estudios hechos en Estados Unidos, donde la audiencia de true crime es femenina en un 80% y las mujeres tienen el doble de probabilidades que los hombres de consumir el género, sobre todo, aquellas con menor nivel educativo.

Cualquier cuñado podría ahora saltar a conclusiones rápidas y llamarnos morbosas. Sin embargo, solo alguien que consume religiosamente este tipo de contenido (y aquí esta redactora habla por experiencia propia) sabe que recrearse en los detalles escabrosos nunca es lo verdaderamente interesante sino todo lo que se aprende sobre investigación policial, leyes, medicina forense e incluso sobre la condición humana. Aunque, sí, todo empieza en cierto modo con el morbo para todos... pero el interés no se queda ahí, especialmente para las mujeres.

Curiosidad mórbida: un rasgo humano universal, pero con diferencia de género

Aunque nos dé vergüenza reconocerlo, todos nos sentimos atraídos por lo macabro, lo violento y lo perturbador, de alguna forma u otra. Ya sea porque la muerte forma parte inevitable de la vida de cualquier ser humano, como porque querer entender las amenazas del entorno es estar informado sobre aspectos peligrosos del entorno. Saber cómo se originan, cómo operan, cómo detectarlas, cómo esquivarlas tiene una función adaptativa. Es pura psicología de la supervivencia. 

Esto es algo que ha estudiado y defiende el psicólogo Coltan Scrivner, quien incluso ha creado la Morbid Curiosity Scale, un recurso psicométrico para medir cuánto interés tiene una persona en fenómenos desagradables, peligrosos o mórbidamente curiosos. Según él, buscar información sobre situaciones peligrosas es uno de los principales factores por los que a tanta gente en el mundo le gustan las ficciones de terror.

Netflix

Sin embargo, lo más curioso es que no todos los aficionados a este género compartimos las mismas preferencias de consumo. Más allá de miedos y gustos personales, hay estudios que han demostrado que existe una brecha de género. En una serie de experimentos ya clásicos, los psicólogos Amanda Vicary y Chris Fraley encontraron que, mientras que los hombres con gusto por el terror tienden a consumir tanto temáticas fantásticas (zombis, monstruos, etc) como basadas en la realidad (con preferencia por la guerra), las mujeres amantes del género muestran una inclinación significativamente más marcada hacia los crímenes reales.

El arte de simular amenazas sin exposición real: de las cavernas a Netflix

Con estos estudios los investigadores querían comprobar una hipótesis: que este interés de tantas mujeres por el crimen verdadero podía tener raíces evolutivas. Según su planteamiento, al consumir relatos de crímenes, las mujeres recopilan información útil para su propia supervivencia, aprendiendo de forma indirecta qué señales de peligro reconocer y qué comportamientos evitar. El resultado fue claro:

Las mujeres tendían a elegir con mayor frecuencia true crime que incluía detalles como trucos de escape, perfiles psicológicos del agresor o que aportaban herramientas de comprensión o prevención. También mostraron más interés cuando la víctima era una mujer. Para los autores, esa inclinación sugiere que el género funciona como aprendizaje práctico.

NEtflix

Sobre todo porque estos resultados no son consecuencia del miedo irracional. Vicary y Fraley los interpretan dentro de un marco evolutivo de milenios de experiencia colectiva en los que estar alerta ha sido, literalmente, cuestión de vida o muerte. Porque, aunque los hombres también son víctimas de otros hombres e incluso de mujeres, investigaciones anteriores sobre género y agresión han establecido con bastante claridad que los hombres son más propensos a cometer delitos violentos, mientras que las mujeres son mucho más propensas a temer ser víctimas de delitos.

Un argumento que algunos estudios han encontrado para explicar que las mujeres muestren mayor temor a ser víctimas de crímenes es que los humanos somos una especie físicamente dismórfica. Es decir, que presentamos diferencias físicas promedio entre sexos en talla, fuerza, constitución... haciendo que las mujeres puedan ser más vulnerables a la violencia. 

De este modo, aunque el crimen real como género de consumo de masas sea un invento moderno, el impulso por aprender del miedo se remonta a los orígenes de la humanidad. Amanda Vicary y R. Chris Fraley sugieren en su trabajo que las mujeres que prestaban atención a rumores o relatos sobre ataques y asesinatos podrían haber desarrollado ventajas adaptativas para detectar amenazas reales.

Por lo tanto, desarrollar una vigilancia protectora y un interés especial por identificar conductas peligrosas sigue teniendo un valor adaptativo para las mujeres. No es morbo, es recopilar información sobre peligros, agresores y patrones de comportamiento para aumentar las probabilidades de supervivencia. Vicary y Chris Fraley lo explican así:

Netflix

“Pese a que las historias de true crime suelen ser horribles, impactantes y aterradoras, mientras que las mujeres sigan consumiéndolas, tal vez aprendan habilidades que algún día les eviten convertirse en la próxima víctima o en la protagonista involuntaria de su propia historia de crimen real.”

Otro experto de renombre en la materia es el Doctor en criminología Scott Bonn, que en numerosas ocasiones ha abordado en sus charlas y papers esta preferencia de las mujeres por el crimen verdadero. Afirma que, en particular, son las mujeres solteras las que le cuentan que consumen el género buscando aprender a protegerse de ataques de extraños, además de aprender a detectar red flags sociopáticas en los hombres con los que quedan. En sus propias palabras: "Ninguna mujer quiere casarse con el próximo Ted Bundy" (chuleta: mató a 30 mujeres, que se sepa).

El riesgo de convertirnos en jueces de sofá

No obstante, el fenómeno del true crime no solo despierta curiosidad, también plantea un dilema ético para los espectadores: el riesgo de acabar analizando los crímenes desde una distancia cómoda que les haga olvidar que detrás hay víctimas reales. Se ha observado que los  consumidores del género a menudo se plantean lo que habrían hecho ellos distinto o emiten juicios de valor sin conocer toda la realidad y complejidad de la situación. Porque, cuando se presenta la violencia como entretenimiento, puede deformarse nuestra comprensión de lo que implica realmente. Es en esa distancia mental entre lo narrado y la vida real que se cuela, sin darnos cuenta, la culpabilización de la víctima. 

Convertido en el centro de una serie, un podcast o un documental, es fácil acabar olvidando que la violencia contra las mujeres y las niñas es un crimen y no un espectáculo para ser consumido por lo que se ha venido a llamar "detectives de sofá". Los expertos recuerdan que nunca hay una excusa para el abuso, es una decisión activa que toma el agresor.

Por ejemplo, en el caso de la violencia doméstica, que es un tema social aún lleno de mitos y malentendidos, una representación distorsionada puede ser contraproducente y dificultar que entendamos y combatamos el problema. Con el fin de promover una representación más ética de la violencia ejercida contra mujeres y niñas, la organización Solace Women’s Aid ha desarrollado el llamado "Solace Test", un protocolo dirigido a creadores y medios que trabajan con estos temas, pero que nos puede servir a todos los que limpiamos la casa escuchando 'Criminopatía'.

Son solo tres preguntas: ¿Es necesario? (es decir, ¿la violencia es realmente importante en la historia?). ¿Es veraz o contribuye a reforzar una mentira cultural sobre la violencia? ¿Culpabiliza a la víctima? Tres filtros sencillos pero esenciales para que el relato no pierda de vista lo más importante: que detrás de cada historia hay una mujer que no eligió convertirse en protagonista.

Foto de portada | Extremadamente cruel, malvado y perverso (Netflix)

En Trendencias | 25 películas emotivas de Netflix para llorar a gusto








Ver todos los comentarios en https://www.trendencias.com

VER 0 Comentario