23 problemas a los que nos enfrentamos los que estamos locos por los libros

Si has celebrado el Día del Libro casi tanto como tu cumpleaños, si te consideras un loco de los libros, si eres incapaz de conciliar el sueño sin haber leído unas pocas (cientos de) páginas... seguramente te reconocerás en los siguientes síntomas:

1 Nos quejamos constantemente de que no tenemos tiempo para leer todo lo pendiente... pero, en la siguiente salida de casa, compramos un par de libros más.

2 El significado real de «Voy a leer un rato antes de dormir» es «Ojalá a las 4 de la mañana haya cerrado el libro».

3 Nos hemos despertado alguna vez con la luz encendida, las gafas puestas y el Kindle en la cara. «Alguna vez» en realidad es «tres veces por semana».

4 Vivimos la constante bipolaridad de querer acabar un libro cuanto antes y, a la vez, no querer acabarlo nunca.

5 Cuando vamos a casa de alguien, inevitablemente, echamos un vistazo juzgador a sus estanterías. Si no hay libros, tendrá que hacer un esfuerzo extra para ganarnos.

6 Conocemos el concepto de resaca literaria: la incapacidad para empezar un nuevo libro porque aún estás bajo los efectos semi-psicotrópicos del anterior.

7 Cuando un libro nos está gustando, pasamos un 80% de las páginas acelerando el ritmo de lectura... y el último 20% odiándonos por no haber leído más despacio.

8 Tenemos perfectamente claro cuál sería nuestra pareja ideal, nuestra mejor amiga y nuestro archienemigo... de entre los personajes de novelas que hemos leído.

9 Hemos llorado la muerte de personajes ficticios (casi) más que la de personas que conocemos.

10 Sentimos una pequeña depresión cada vez que nos damos cuenta de que no tenemos tiempo suficiente en nuestra vida para leer todo lo que nos gustaría.

11 Un sudor frío nos recorre la espalda cuando alguien nos pide prestado un libro.

12 Tenemos guilty pleasures lectores que ocultaremos siempre en conversaciones sociales: jamás nadie nos sonsacará las horas de nuestra vida dedicadas a Crepúsculo.

13 Sentimos la necesidad imperiosa de comentar con alguien nuestros libros favoritos. Tres segundos después de terminarlos. Aunque sean las tres de la madrugada.

14 «No tengo nada que leer» es nuestro equivalente al «no tengo nada que ponerme».

15 Alguna vez hemos fingido encontrarnos mal para quedarnos a leer un sábado noche en lugar de salir de fiesta.

16 Todo el mundo nos pregunta cuál es nuestro libro favorito. Y nunca sabemos contestar en menos de dos horas y media.

17 Nos sentimos terriblemente ofendidos cuando mencionamos el título de un libro y alguien interpreta, automáticamente, que nos estamos refiriendo a la película.

18 «No me gusta leer», cuando estamos conociendo a alguien, deja a esa persona en el equivalente mental de un «No me cepillo los dientes desde 1987».

19 Si le decimos a alguien que estamos ocupados mientras leemos una novela, hay un 50% de posibilidades de que nos respondan «¡Ah! Pensaba que estabas leyendo». Y hay un 95% de posibilidades de que eso nos produzca ganas de matar.

20 No consideramos que haya ningún desorden mental en haber releído diez o doce veces el mismo libro.

21 Tener que esperar en una consulta médica, una parada de autobús o un aeropuerto y darnos cuenta de que nos hemos olvidado de llevar un libro nos puede provocar un ataque de pánico.

22 En nuestras casas hay libros en los lugares más insospechados. Dentro del horno, bajo la cama, sobre el armario... no hay límites.

23 Puede que no conozcamos las catedrales o museos de las ciudades a las que viajamos, pero no nos quedará ni una biblioteca o librería por visitar.

Fotos | Pixabay, Mark Sebastian, The Hunt.

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