Cada día más productivos, cada día más cansados: por qué tantos hombres están agotados en una cultura que les exige ser mejores cada día

La idea de que el descanso es algo que hay que "ganar" ha calado hondo

Editor

En los últimos tiempos se ha empezado a hablar mucho de por qué tantos hombres sienten que están agotados a pesar de estar "triunfando" en lo personal y profesional, y hay quien apunta a que esa constante exigencia de mejorar sin parar está dejando secuelas reales en la salud mental y física de mucha gente. 

La cultura actual no se limita a pedir resultados en el trabajo o en el gimnasio, sino que bombardea continuamente con la idea de que siempre se puede 'hacer más y ser mejor', convirtiendo la superación en una especie de ruido de fondo que nunca se apaga.

La obsesión contemporánea con el progreso personal (con podcasts que te instan a madrugar, apps que cuentan cada paso y redes sociales que transforman la mejora en competición pública) hace que muchos hombres empiecen a medir su valor por lo bien que "optimiza" cada aspecto de su vida en lugar de por cómo se sienten realmente. 

Esa necesidad de avanzar sin pausa, de acumular hábitos, métricas y logros, puede parecer al principio emocionante o motivadora, pero acaba convirtiéndose en una carrera interminable que desgasta más que impulsar.

Lo que para muchos empieza como ambición termina siendo desgaste, y eso tiene un nombre: burnout, o síndrome de desgaste profesional, que es una respuesta prolongada de estrés crónico relacionada con el trabajo y las exigencias diarias. Este síndrome ya está reconocido por la Organización Mundial de la Salud como un fenómeno ocupacional que puede afectar de forma grave la energía, la eficacia y el bienestar general de las personas.

En España y en otros lugares la conversación sobre el burnout es cada vez más frecuente, y son muchos los empleados que sienten que incluso cuando rinden y cumplen con sus obligaciones, el cansancio emocional permanece sin dar señales de irse.

En el caso de los hombres, además, hay factores culturales que complican aún más la situación. En muchas sociedades todavía pesa una idea tradicional de la masculinidad que valora la dureza emocional, el sacrificio constante y la capacidad de no mostrar debilidad, lo que puede hacer que aceptar el agotamiento o pedir ayuda sea más difícil

Aunque cada vez se habla más de salud mental, sigue habiendo resistencia a reconocer que el cansancio extremo no es un signo de orgullo sino una señal de que algo no va bien.

Incluso hay quienes sostienen que esta dinámica no es solo un problema individual, sino un síntoma de una cultura de autoexigencia que normaliza el agotamiento. Vivir bajo la presión constante de mejorar puede hacer que el descanso se convierta en otro objetivo más que alcanzar, en vez de ser un derecho natural del cuerpo y la mente. 

Por eso empiezan a surgir voces que proponen replantear cómo entendemos el progreso, la productividad y el bienestar, y que sugieren que dejar de correr un rato no es rendirse, sino cuidarse.

Foto de Christian Erfurt en Unsplash

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