“Vestir a las mujeres no es una profesión de hombres”, zanjó Coco Chanel. Con esta frase resumía su postura la dama de la alta costura, la cabecilla de una generación de mujeres que, en el periodo de entreguerras —como sucedió en tantos otros sectores—, despuntó y cosió las entretelas de una industria, la moda, que sería capital en los siglos XX y XXI.
Si bien es cierto que la llamada alta costura comenzó a concebirse como tal en la primera mitad del siglo XIX, fue en las décadas de los años 40 y 50 cuando firmó su mejor época. Sin desmerecer el trabajo y el legado de hombres como Cristóbal Balenciaga o Christian Dior, hoy miramos a esas mujeres pioneras que lograron revolucionar la silueta de la mujer en la moda. La Alta Costura fue el origen de esta revolución que acabó derivando en nuestro presente.
Tras la estela de la gran dama
Porque esa fue la gran revolución de Gabrielle Chanel, la mundialmente conocida como Coco. En un París encorsetado por las siluetas de la Belle Époque, la chica rebelde criada en un orfanato que buscaba la inspiración en los armarios de sus amantes rompió con todos los estándares establecidos por la vía del estilo.
“En mi juventud, las mujeres no parecían humanas. Sus ropas eran contra natura. Yo les devolví su libertad. Les di brazos y piernas de verdad, movimientos que eran auténticos y la posibilidad de reír y comer sin tener necesariamente que desmayarse”, dijo Chanel.
Ella puso los pantalones a las mujeres, sacó el punto a la calle, convirtió las camisetas marineras en una prenda femenina y concibió la bisutería como un modo de que ellas no tuvieran que depender de sus maridos para lucir joyas.
Fue, además, una mujer empresaria en un mundo de hombres. Y siempre, aun acuciada por las dificultades económicas (como la crisis del 29 o la posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando se la acusó de colaboración con el nazismo) supo salir a flote.
Biopics, libros y series de televisión han recordado, desde su muerte en 1971, su figura. Pero Coco Chanel no estuvo sola. En los años 30 y 40, en la llamada “era de oro de las couturières” —bautizada así por la investigadora Valerie Steele—, la moda se escribía en femenino.
Elsa Schiaparelli, la gran rival de Coco Chanel, se relacionó y trabajó con artistas de la talla de Dalí o Picasso. A ella, y a su pasión por las vanguardias, le debemos la concepción de la moda como arte y la creación de desfiles que se enmarcan más en la categoría de puestas en escena que en la de meros pases de modelos.
Madame Grès, que siempre quiso ser escultora y cosía los vestidos con la precisión de quien cincela la piedra, fue la gran influencia de Yves Saint Laurent o Alber Elbaz. Cuando el prêt-à-porter irrumpió en escena, Grès se negó a entrar en la rueda, lo que supuso el declive de su firma.
Murió en 1993, pero la noticia no trascendió hasta 1994. Injustamente olvidada por el sector al que entregó su vida, en 2011 el Museo Bourdelle de París le dedicó una exposición retrospectiva.
El lujo tiene nombre de mujer
Otro de los nombres esenciales de aquella era mágica de la alta costura es el de Madeleine Vionnet, cuyo apellido hoy es sinónimo de lujo. El corte al bies es su principal legado en lo que a costura se refiere, pero su influencia va mucho más allá.
En la era del emprendimiento en la que vivimos hoy, su figura es toda una inspiración: en 1912, cuando pensar en una mujer empresaria era prácticamente una osadía, ella abrió su primer taller. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial lo cerró, lo reabrió al fin de la contienda y lo volvió a cerrar con la Segunda Guerra Mundial.
Se adelantó a Coco Chanel en el inicio de la liberación de la mujer a través de ropas cómodas, fue toda una pionera en lo que a derechos de autor se refiere (fotografiaba sus diseños y los registraba) y proporcionó a sus trabajadoras unos derechos laborales muy avanzados para la época.
Todos estos nombres, junto a otros como Jeanne Lanvin (que fundó la casa de costura más antigua de París), Nina Ricci, las hermanas Callot o Sonia Delaunay (a la que el Museo Thyssen dedica ahora una exposición) componen una nómina de diseñadoras que reinaron en el tiempo de entreguerras y que vieron cómo su trono fue ocupado, a partir de los 50, por hombres.
De la Alta Costura a vestir al presente
La paradoja de hombres vistiendo a mujeres continúa hoy, pero el trabajo de estas pioneras no fue en vano. Su sombra es alargada y bajo ella, desde entonces, se han cobijado otras muchas artistas de la aguja, el hilo y el patrón.
El ejemplo mencionado de Chanel sirvió de unión entre la Alta Costura y el prêt-à-porter cuando este ni siquiera se llamaba así. Este legado fue derivando en otros patrones, otro discurso en el vestir, que fueron cogiendo nuevos talentos igual de vanguardistas en otras facetas del vestir, y por tanto, de la sociedad.
Surgía el prêt-à-porter, surgían nuevas prendas. Es ineludible la mención a Mary Quant, la consagrada como inventora de la minifalda en los revolucionarios años 60. Tampoco podemos olvidar a Sonia Rykiel, figura clave en el movimiento del prêt à porter de los 70 y madrina del género de punto en las pasarelas.
La irreverente y siempre punk Vivianne Westwood, la extravagante y genial Miuccia Prada o la rompedora y conceptual Rei Kawakubo —fundadora de Comme des Garçons— fueron otras diseñadoras que, en las últimas décadas del siglo XX, dejaron —y dejan— su huella indeleble en el mundo de la moda.
Hoy, esa estela la continúan creadoras como Phoebe Philo, Sarah Burton, Stella McCartney y, desde hace ahora un año, Maria Grazia Chiuri. La italiana fue nombrada directora creativa de Dior para suceder en el puesto al belga Raf Simons.
Su llegada —se convirtió en la primera mujer al frente de la maison— es mucho más que un relevo. Es un hecho histórico que nos dice que la moda hecha por y para mujeres está cada día más presente.
Igual de histórica es, también, la relación entre el diseño, la moda y la tecnología. Si la innovación de estas pioneras vino a través de los patrones y las formas de envolver el cuerpo femenino, hoy viene de la mano de la investigación de nuevos tejidos y de la comunicación global para llegar en un solo click al mundo entero.
Y, para esa tarea de innovar en un mundo que siempre camina a la cabeza de la modernidad, cualquier enamorado de la moda puede recurrir a la nueva gama de portátiles ultrafinos Acer Swift 7. Ligeros, con tan solo 9,98 mm de grosor, pueden convertirse en la ventana para asomarnos a un mundo de la moda donde ellas marquen el paso.
Fotos | Chanel, Dior, Vionnet, Sonia Rykiel