París y La Habana pueden parecer las dos caras de una moneda. No es de extrañar. Una ciudad cosmopolita y elegante como París, caracterizada por ser una de las cunas artísticas más importantes de Europa. Sobriedad y sofisticación que contrastan radicalmente con La Habana, en la que el color y la alegría lo inundan todo gracias, en parte, al carácter amigable y desenfadado de su gente.
No obstante, lo cierto es que incluso en los polos más opuestos podemos encontrar similitudes; y es que París, no está tan lejos de La Habana, algo que sabe bien la nueva creación de TOUS, Bonjour Señorita, un perfume que busca aunar la esencia de estas dos culturas.
Dos culturas que se han convertido en la inspiración de esta fragancia, no sólo a nivel olfativo sino también en su estética. Los colores del Caribe, fucsias y turquesas, se fusionan con el toque chic parisino entre aromas de bergamota, coco, guayaba, vainilla y maderas tropicales.
De la elegancia parisina al colorido de La Habana
Fijémonos en el paisaje urbano de las dos ciudades. París es el perfecto ejemplo de urbe europea. Una ciudad llena de obras arquitectónicas de un sinfín de estilos, tales como el clásico, barroco, gótico o art noveau y déco. Esto pone de manifiesto el gusto parisino por lo estético y por la decoración. Un gusto que se puede apreciar, también, en el interior de sus museos y palacios, plagados de bellos materiales y recargadas ornamentaciones como en el Palacio de Versalles.
La grandeza de esta ciudad reside en este amplio gusto estético y el respeto arquitectónico entre cada uno de sus distritos. Así, el gótico en su máximo esplendor lo encontrarás en partes de la urbe como la Île de la Cité, una isla natural del Sena considerada como el origen de París, con monumentos como la Catedral de Notre Dame o la Sainte Chapelle. Mientras que los espacios más modernos quedan delimitados también a áreas concretas como La Defensa, llena de rascacielos y construcciones futuristas.
El gusto por la ornamentación y la estética ha sido una seña de identidad del pueblo parisino en su totalidad. No obstante, como es evidente, la alta sociedad ha podido expresarlo de una forma más evidente en sus palacetes. La mejor muestra de este tipo de construcción la encontramos en la Île de la Cité, uno de los distritos más tranquilos y encantadores de París. Fue aquí donde la alta nobleza y las grandes fortunas de París comenzaron a construir suntuosas residencias y palacetes allá por el siglo XVII.
Por otro lado, La Habana cuenta con elementos importantes y característicos como el Malecón, bañado por las turquesas aguas del Caribe. Es quizá una de las zonas más importantes, concentrando una gran vida turística y cultural. No obstante, el larguísimo muro de esta costa norte de la capital, lleno de fortificaciones y otros monumentos civiles, como el Castillo de la Real Fuerza de la Habana o el Castillo de San Salvador de la Punta, no es la única zona a destacar.
La Habana es color en sus calles. Fachadas de diferentes tonalidades, con un estilo colonial fresco y envolvente, salpican el trazado urbano de la parte más vieja y turística de la urbe. Sin duda, la alegría de su gente se traduce en sus viviendas. Es también vegetación. Desde las macetas que adornan los zaguanes en las casas bajas hasta los enormes cactus que sorprenden en balcones. Palmeras altas que no te dejan ver el sol y que añaden ese toque caribeño que uno espera encontrar en Cuba.
Incluso en la colorida y desenfadada capital cubana, es posible encontrar similitudes con París. Muestra de ello es el barrio conocido como El Velado. Un distrito caracterizado por la opulencia decorativa al más puro estilo francés, que puede apreciarse en un sinfín de palacetes y casas señoriales como las que hoy ocupan el Ministerio de Relaciones Exteriores o el Museo de las Artes Decorativas.
Sabores diferentes pero hermanados
La sofisticación también se aprecia en la gastronomía propia de París. Un lugar en el que la repostería se eleva a la enésima potencia con especialidades como la tarta tatin o los deliciosos macarons, una ciudad en la que un simple croissant tiene un sabor único y genuino.
París es un lugar lleno de cafés y restaurantes. Restaurantes en los que poder degustar algunos de los grandes quesos franceses o platos a base de ingredientes como la trufa o el foie, caracterizados por sabores potentes y con personalidad.
No hay que olvidar que es precisamente Francia, y, por ende, París, donde los grandes cocineros de nuestro siglo y de siglos pasados, lograron crear algunas de las técnicas de cocina más apreciadas de la historia de la gastronomía internacional, como el Flambe o el Frappe, tan de moda en la actualidad. Por este motivo, muchos consideran París como la referencia absoluta de la alta cocina.
La Habana nos acerca un mundo de sabores mucho menos ostentosos pero cargados de autenticidad y tradición. Una gastronomía que ha sabido incorporar lo mejor de varias culturas como la española, africana o caribeña, en la que no puede faltar el arroz y los frijoles. Tampoco las frutas y verduras propias de esta tierra como la yuca, el boniato o la batata, presentes en platillos como el ajiaco criollo o el dulce boniatillo borracho.
Es evidente la vinculación de La Habana con el mar, así, no es de extrañar que muchos de sus platos cuenten con mariscos y pescados. Un aporreado de pescado, un bacalao a la cubana o una langosta mariposa son sólo algunas de las recetas típicas de la cocina local que no puedes dejar de probar.
Parece aún más difícil unificar la gastronomía de estas dos ciudades, pero, lo cierto es que también hay matices similares, como el gusto por las salsas. Fueron los franceses los que en el siglo XIV pusieron de moda en toda Europa el uso de salsas como la Bechamel, entre muchas otras. En La Habana, también aprecian este acompañamiento en carnes, pescados y verduras, ahora bien, dando su matiz isleño con productos frescos de la tierra. Así, es posible probar la mayonesa de aguacate, la mayonesa de naranja o de menta y otras salsas hechas con frutas tropicales.
Dos estilos de vida con similitudes
Poco podrían parecerse, a simple vista, una persona de La Habana y otra de París. El estilo de vida parisino se decanta por la sofisticación una vez más. Elegantes cafés, en el Barrio Latino o agradables paseos por un jardín, como los jardines de Luxemburgo, la lectura de un buen clásico en un parque o disfrutar de la moda; y es que no hay que olvidar que los parisinos tienen una vinculación directa con la alta costura.
A priori, parece que esa vida poco tiene que ver con la que disfrutan las gentes de La Habana, con su carácter alegre, divertido y dinámico. No obstante, no hay nada imposible. El encuentro de ambas culturas lo tenemos precisamente en el gusto por el arte en todas sus manifestaciones. El colorido de La Habana podría ser el resultado de la mejor obra impresionista parisina, sin olvidarnos de que, en ambas ciudades, los músicos callejeros alegran las tardes de cualquier turista, tanto en el Malecón como en las calles de Montmartre.
Dos caracteres diferentes que agradecen las jornadas culturales, una buena exposición de arte pictórico o una reunión con un grupo de amigos para tocar canciones populares hasta el amanecer.
Fotos | Alice Donovan Rouse, Jeremy Stockton, Tristan Colangelo, iStock | Andrey Gorulko, Delpixart, StephanieFrey, Ivinst, Ppeart, CycloneBill, Kwphotog
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