Dos obras de grandes maestros del impresionismo recuperadas 44 años después de ser robadas

El mundo del arte está de enhorabuena. Acaban de recuperarse dos cuadros de Gaugin y de Bonnard valorados en muchos millones de euros, cuarenta años después de su desaparición, a dos mil seiscientos kilómetros de distancia de donde fueron robados.

Aunque la noticia parece un capítulo de La Pantera Rosa, la historia es verídica. El anuncio del descubrimiento ha sido dado por Mariano Mossa, general de los carabinieri italianos a quien acompañaba el ministro de cultura italiano Dario Franceschini, durante una rueda de prensa celebrada ayer.

Estos dos cuadros de una importancia histórica y artística excepcional representan, el firmado por Paul Gaugin una naturaleza muerta, y el firmado por Pierre Bonnard a una mujer vestida de blanco, sentada sobre una butaca de enea en medio de un jardín.

A principios de los 70, en una de las calles del elegante barrio de Regent’s Park en Londres, tres hombres se presentaron en una hermosa mansión victoriana, y le dijeron a la gobernanta que venían a instalar una serie de alarmas. Como manda la tradición, la buena señora ofreció a los trabajadores una taza de té. El tiempo que la gobernanta se ausentó, los ladrones descolgaron los dos cuadros y los robaron.

En seguida se abrió una investigación, pero de las dos obras robadas no se volvió a saber hasta que reaparecieron, cinco años después, en un tren que unía París con Turín. Los controladores, al no ser conscientes del valor que representaban, las depositaron en la oficina de objetos perdidos de la estación de Turín.

Allí fueron acumulando polvo hasta que fueron vendidas en pública subasta con otros muchos objetos allí almacenados. Un obrero que trabajaba en la Fiat, padre de un estudiante de arquitectura, las adquirió por la bonita suma de 23,00 euros y, durante un par de años, las colgó en una de las paredes de su cocina.

El año pasado, este joven estudiante de arquitectura que vive en Siracusa, en Sicilia, hizo unas fotos de las pinturas y se las envío a unos expertos explicándoles que su padre, que es un gran amante del arte, las había adquirido en una subasta.

Al darse cuenta de que se trataban de los cuadros robados, éstos llamaron a los carabinieri y entre todos descubrieron que estas pinturas eran auténticas, pudiendo incluso trazar una hoja de ruta de todo el recorrido que hicieron desde que fueron sustraidas.

Las obras pertenecían al escritor Terence Kennedy y a su mujer Mathilda Marks – hija de uno de los fundadores de los grandes almacenes Marks & Spencer. Sin embargo, la pareja ya murió, por lo que sus herederos podrán revindicar la propiedad de estas dos obras maestras de la pintura. ¡Una sorpresa del todo inesperada!

El otro día os contaba también que un anticuario había descubierto en el tenderete de un chamarilero un de los tres huevos de oro de Fabergé desaparecidos durante la Revolución Rusa. Va a ser cuestión de empezar a ir a este tipo de mercadillos y subastas porque, ¡lo que no pasa en un año, pasa en un día!

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