Una interiorista mexicana revela la gran diferencia entre el diseño de vivienda de ambos países
Desde hace ya tiempo se comentaba que la manera de diseñar la casa y, con ella, la vida social que dentro se desarrolla cambia mucho de un país a otro, y que incluso lo que llamamos "hogar" puede significar cosas distintas dependiendo de dónde esté
Para Covadonga Hernández, una experta en interiorismo mexicana que trabaja en España, esa diferencia salta a la vista: en territorio español, los espacios domésticos tienden a diseñarse para integrarse, para vivirse como zonas comunes llenas de luz, charla y vida compartida.
Hernández muestra un profundo respeto por la tradición española en diseño: "Me gusta la integración de los espacios y la importancia que se le da al recubrimiento de muros y techos", afirma. También destaca la mezcla de textiles: "La mezcla de texturas y diseños en telas, muros y muebles es primordial y única".
Sin embargo, en México son más habituales las separaciones claras entre lo social (el salón, la sala de estar) y lo familiar o íntimo, como los dormitorios y espacios privados. Esa diferencia no es casual, sino que está marcada por la cultura, la historia y las costumbres.
Para ella, cuando una casa está concebida para integrarse posibilita que los habitantes se relacionen, convivan y compartan momentos sin dependencias ni formalismos. Esa "apertura" de los espacios invita a que la vivienda sea un lugar de encuentro, de intercambio, de cotidianidad compartida: como si la casa fuera un escenario para la vida colectiva, aunque sólo vivan un par de personas.
Esa filosofía contrasta con muchas viviendas mexicanas, donde las áreas sociales y las áreas privadas coexisten, sí, pero con límites marcados, casi como si fueran territorios distintos dentro del mismo hogar.
Esa diferenciación también tiene que ver con cambios sociales: en México, la vivienda muchas veces responde a un deseo de privacidad, de protección del núcleo familiar, de resguardar la intimidad en medio de un entorno urbano convulso o con alta densidad.
Ese tipo de diseño puede ofrecer comodidad y seguridad, pero también implica que la convivencia social (el encuentro con amigos, vecinos, visitas, fiestas) ocurre más fuera de la casa que dentro. En cambio, al estilo europeo, integrar los espacios favorece una vida más abierta, comunitaria, donde el hogar puede ser un punto de reunión, de vida compartida y de calor social, más allá de lo privado.
A veces basta con fijarse en cómo se distribuye una casa para entender cómo vive la gente. No es solo una cuestión de decoración, sino de costumbres, de ritmos y de la forma en que cada cultura concibe la vida cotidiana puertas adentro. Y cuando se comparan dos países tan distintos como España y México, esas diferencias se vuelven más que evidentes.
Fotos de @covadongahdez
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