Tres cuentos de princesas que en sus orígenes se parecían más a Juego de Tronos que a las historias de Disney

El lado oscuro de los cuentos que hemos escuchado durante toda nuestra vida es mucho más oscuro (aún) de lo que pensábamos. Desde el cuento original de La Bella Durmiente pasando por Blancanieves y Cenicienta encontramos más elementos comunes con la saga de George R.R. Martin que con las películas de Disney.

Antes de que Disney se apropiara de todos los cuentos de nuestra infancia, Jacques Perrault recogió todos las narraciones populares por escrito y las publicó dulcificadas en un libro en el año 1697. Los hermanos Grimm hicieron tantas de lo mismo años después.

Pero si echamos la vista atrás, y gracias al apunte que nos hizo Elvira Lindo en este artículo, nos encontramos con Giambattista Basile, el autor del Pentamerón, el cuento de todos los cuentos, una recopilación de historias tradicionales escritas en el dialecto napolitano del siglo XVII publicadas entre el 1634-36 y que nos horrorizan por su crueldad y violencia.

Esos cuentos originales incluían palabras como "despedazar", "asesinar", "secuestrar" y cosas mucho peores. La verdadera razón es que ninguno de esos cuentos iba dirigido a un público infantil sino a los adultos para advertirles de la crueldad del mundo que les rodeaba: cosas como el asesinato, las violaciones, la tortura, la muerte por hambre o la pederastia, entre otros horrores.

La Bella Durmiente original

Una de las historias más oscuras y repulsivas. La Bella Durmiente cayó bajo un hechizo y mientras estaba dormida un príncipe yació sobre ella (este trastorno tiene un nombre bien definido en el Diccionario de Trastornos Psicológicos), violándola y dejándola embarazada.

El resultado fueron dos bebés que hubieran terminado engullidos por su propio padre, si no hubiera sido por el cocinero y su temor a que Sanidad le retirara la licencia por cocinar productos humanos. Para rizar el rizo de la crueldad suprema, la suegra provenía de una familia de ogros y tenía serios problemas para no comerse también a la nuera en la misma salsa que a los pequeños.

Blancanieves y la venganza más terrible

Podría ser el título de megahit de Hollywood protagonizado por Kirsten Steward, pero en realidad es la versión del cuento original posteriormente versionada por los hermanos Grimm, una historia oscura y tétrica en la que una Blancanieves mucho menos mojigata que en la versión de Disney sirve un plato bien frío de venganza y obliga a la malvada madrastra a ponerse unas zapatillas incandescentes, con las que baila hasta caer muerta. Antes de eso la madrastra se quería haber comido su corazón y su hígado crudos (nada de guardarlos en una cajita).

Se cuenta que el origen de esta historia de Giambattista Basile es la figura real de María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, nacida en 1729 y en cuyo castillo hay un juguete en forma de espejo que repite todo lo que se dice a través de un sistema de reverberación.

Cenicienta sangrienta

La Cenicienta original se llamaba Zeolla y no era tan inocente como la de las películas. Para empezar, estaba planeando asesinar a su madrastra porque la maltrataba. Pero la segunda esposa de su padre no es mucho mejor: tiene muchos hijos y obligan a la niña a trabajar todo el día en la casa limpiando y cocinando. También esta antigua Cenicienta consigue ir al baile vestida como una princesa y pierde una zapatilla, pero gracias a un árbol mágico y no al Hada Madrina que todos conocemos.

Los hermanos Grimm incluyeron en su antología de narraciones populares el cuento de La Cenicienta. Y en él podíamos leer rastros del cuento original, como por ejemplo, cómo la malvada madrastra amputaba los dedos y parte de los pies a sus hijas para que les entrara el dichoso zapatito de cristal y pudieran casarse con el príncipe. Ríos de sangre manando de sus pies fueron la clave para que el príncipe se diera cuenta de que algo fuera lo común estaba pasando delante de sus narices.

"La vida no es justa, princesa", decía Westley en La Princesa Prometida de William Goldman. A lo que nosotros añadimos la palabra "real". Efectivamente, la realidad es cruel y trágica, y no hace falta tener pesadillas para encontrarnos sumergidos en una.

Quizá estos cuentos tan aterradores, tan sádicos y llenos de morbo fueron en su momento lecciones de vida. Cabe preguntarse si hoy sigue siendo necesaria su existencia, si los más pequeños necesitan empaparse de esas moralejas, aunque sea en versiones más dulces, para poder en un futuro distinguir el bien del mal.

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