No es hambre es ansiedad: claves para identificarla y calmar el apetito compulsivo

Una vez que hemos pasado las fiestas con sus consiguientes excesos, toca volver a la rutina. Comenzamos un nuevo año plagado de retos, de quehaceres y de rutinas que, en muchas ocasiones, nos pueden llevar a situaciones de estrés y de ansiedad que, a muchos de nosotros, nos desemboca en un apetito fuera de lo común que hace que acabemos ingiriendo alimentos muy por encima de lo que necesitamos.

Aprendiendo a identificar la ansiedad

Por esta razón, es básico aprender a identificar cuándo realmente tenemos hambre porque nuestro cuerpo necesita comer, y cuándo es una cuestión de ansiedad , es que, en definitiva, tenemos que controlar si no queremos sumar calorías innecesarias a nuestra ingesta diaria.

Lo primero de todo, deberíamos saber si realmente estamos sufriendo de ansiedad para lo cual, vuestro médico es el que mejor os podrá ayudar. Sin embargo, bien es cierto, que hay síntomas que pueden ser fácilmente identificables y que muchos hemos sufrido alguna vez, siendo unas veces más fáciles que otras de controlar.

El caso es que uno de las consecuencias de sufrir esa ansiedad, entre otras, es precisamente ese apetito fuera de lo común. ¿Cuántas veces te has encontrado en la cama sin poder dormir y solo piensas en comer? ¿Cuántas veces estás aburrido en casa y lo único que hacer es comer una cosa tras otra sin poner freno? Efectivamente, eso es ansiedad.

Algunos especialistas han llamado a ese fenómeno “la alimentación emocional”, de manera que cuando sufrimos un ataque de ansiedad, nuestro cuerpo reacciona generando sensación de hambre y comiendo nos encontramos mejor, llenamos un vacío, aunque solo sea momentáneamente porque, en realidad, nos estamos engañando. Además, siendo francos, lo normal no es que nos apetezca comer brócoli, lo normal es que sean productos procesados, ultraprocesados, con mucho azúcar… la opción menos saludable de todas, lo que se debe, básicamente , a que los niveles de glucosa en nuestro cuerpo disminuyen junto con la alteración de esas emociones, y necesitamos glucosa para recuperar su equilibrio, lo que se traduce, ante todo, en necesidad por ingerir dulces y carbohidratos.

Y es que, hay que reconocer que comer, no solo es algo que es necesario para nuestra subsistencia, sino que también nos otorga placer y nos calma psicológicamente, lo cual puede llegar a ser un problema si no lo controlamos debidamente. Pero es que tal es así, que hay expertos como la psicóloga Isabel Menéndez que en su libro Alimentación Emocional (una lectura muy curiosa), afirma que...

Casi todas las alteraciones de nuestro mundo emocional tienen un reflejo en el modo en que nos alimentamos. Podemos intentar compensar, con excesos o defectos de la comida, un vacío insoportable más ligado a necesidades psíquicas que biológicas. (…) Cuando tenemos problemas con la comida, sería conveniente reflexionar qué estado de ánimo nos provocan el hambre o la inapetencia, qué deseos ambiciones, decepciones o fantasías se ocultan tras esos actos que nos llevan a deglutir o a rechazar el alimento. Algunos conflictos internos nos pueden conducir a ocupar demasiado tiempo y energía en centrar nuestra atención en lo que comemos, mientras el peso del conflicto se desarrolla en el mundo de nuestros afectos

Por otro lado, también tenemos que abordar la cuestión de la saciedad que es esa sensación de “estar llenos” o de que, simplemente, ya no quieres comer más. Lo principal que hay que tener en cuenta que ese momento es que no llega sino hasta pasados unos 20 minutos. Concretamente la comida tarda ese tiempo para ir del estómago al íleon, causando la liberación de esta hormona que le dice al cerebro que estamos llenos y que, por lo tanto, no queremos comer más. Sin embargo, durante esos primeros minutos podemos atiborrarnos de más casi sin darnos cuenta si no controlamos o nos dejamos llevar por las emociones.

Por todo ello, es necesario escuchar a nuestro cuerpo y no llevarlo al límite. De hecho, la clave está en nuestro cerebro que será el que nos detendrá de comer cuando crea que la cantidad ingerida ya es suficiente, tras la liberación de todas esas hormonas que comentamos, desde la colecistocinina a la leptina.

Trucos para combatir la ansiedad

Así, la pregunta es ¿cómo distinguimos el hambre de la ansiedad? Para empezar, como ya hemos dicho, tenemos que identificar las señales que nos pueden indicar que podamos sufrir un trastorno de este tipo y que es de lo más habitual. Una vez que lo tenemos identificado tenemos que intentar controlarlo para lo cual hay varios trucos.

Para empezar, hay algunos que apuestan por llevar un control de esos ataques de ansiedad, haciendo una especie de libro diario que te servirá para identificar los momentos que te lo causan y poder tomar cartas en el asunto. Sin embargo, más allá, podemos dar unas cuantas pautas van en la siguiente línea:

  • Haz más ejercicio. Sí, el ejercicio nos ayuda a calmar nuestras emociones, a segregar la hormona de la felicidad, a sentirnos mejor con nosotros mismos y, en general, a ser más conscientes de lo que es más saludable para nosotros. Por ello, lo mejor es elegir alguna actividad que nos guste, que nos motive y que nos divierta ya que, además de ayudar a calmarnos, nos mantendrá ocupados además de notar mejoras en nuestro cuerpo.
  • No te saltes las comidas. Es muy importante, de hecho los hay que recomiendan hacer hasta 5 y 6 comidas al día con un máximo de tiempo entre ingestas de 3 horas, lo que nos ayudará a que nuestro cuerpo a estar activo y, por lo tanto, a no sentir ese hambre más atroz en la próxima comida que nos hará atiborrarnos y aumentando nuestro nivel de ansiedad también.
  • Elige bien los alimentos. Pues sí, esto es clave ya que no es lo mismo un alimento que otro, por lo que siempre es mejor elegir esos que son más saciantes que indiquen a nuestro cuerpo que no tiene hambre. Además, también podemos apostar por alimentos que directamente ayudan a controlar la ansiedad y que van desde los arándanos, a los espárragos verdes, espinacas o aguacates, entre otros. Una buenísima opción para no comer esas cosas que son menos recomendables es no comprarlas, si no las tienes a mano, no podrás comerlas.
  • Bebe más agua. Mantenernos hidratados es una manera también de controlar el hambre. Y es que un truco para identificar si realmente tienes hambre es tan sencillo como beber agua. Y es que hay veces que cuando el cuerpo se siente deshidratado provoca sensación de hambre, por lo que si bebes un vaso de agua y al rato sientes hambre, sí, lo es, pero si pasa lo contrario, simplemente era sed. Imaginaos si en ese momento en el que solo necesitábamos agua comemos unas galletas, hubiese sido una malísima solución y, además seguiríamos teniendo sed.
  • Tómate las cosas con calma. Es fundamental vivir un poco más relajados y saber controlarnos. Comer tranquilamente y sin prisas es una cuestión básica para controlar el hambre. También descansar en condiciones, dormir 7 u 8 horas al día es muy importante. Además, es importante relajarse, no ser muy estricto con uno mismo, concedernos algún capricho de vez en cuando que nos hará ganar en felicidad y a controlar mejor nuestro estado emocional.
  • Intenta la meditación. O simplemente ejercicios para conocerte más a ti mismo, identificar qué te causa ese malestar que te lleva a comer compulsivamente e intentar controlarlo. En su caso, pedir ayuda a un especialista, por supuesto.

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