Dime cómo has ganado peso, y te diré cómo perderlo

Es ley de vida. Casi todas las personas - salvo aquellas afortunadas que gocen de una genética privilegiada y que se hayan cuidado muchísimo durante toda su vida -, con el paso de los años vamos engordando.

Generalmente, no suele ser nada escandaloso. Un par de kilos por dejar de fumar, los dichosos kilillos de las vacaciones debidos al dolce far niente, a los aperitivitos en la playa y a las copas de por la noche en las terrazas y discotecas al borde del mar, o los que engordados durante el embarazo, y que no somos capaces de quitarnos del todo.

Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Y el que esté libre de este tipo de kilos, que hable ahora o calle para siempre. Luego están esos otros, los que se engordan con el sedentarismo y con la menopausia, cuando la producción natural de los ovarios disminuye.

Peor son los kilos que se engordan por culpa de las menopausias inducidas causadas por algún tratamiento médico como la radioterapia, la quimioterapia, o cuando hay que proceder a una histerectomía o a la extirpación preventiva del útero, de los ovarios y de las trompas de falopio debido a algún cáncer.

De un tiempo a esta parte, como cada vez retrasamos más el momento de ser madres, va siendo cada vez más habitual que muchas mujeres se sometan a tratamientos de fertilidad cumplidos ya los 40 años. El tratamiento hormonal es una opción muy habitual pues los desórdenes hormonales son muchas veces la causa de la infertilidad.

La progesterona, producida por los ovarios, aparte de su gran función durante el embarazo, ayuda a controlar el peso previniendo la retención de líquido, y a usar la grasa para producir energía; es de vital importancia para la salud de la tiroides. Así que cuando sus niveles no son los adecuados, también se suele engordar mucho.

En mi caso, la comida es un acto hedonista, un placer instantáneo del que luego me arrepiento pues, a la larga, voy engordando pues no hago nada de ejercicio, ya que me paso la mayor parte del día sentada frente al ordenador.

Cuando estoy concetrada, se me pasan las horas volando. El problema es que al no tener a nadie cerca con quien poder interactuar, necesito hacer algunas pausas para que el día no se me haga eterno. Y, la comida, supone un rápido alivio frente a las frustraciones. Lo ideal sería poder cortar por lo sano, como cuando decidí dejar de fumar. El problema es que no se puede dejar de comer del todo.

Existen alimentos que generan en mi una gran dependencia como los hidratos de carbono. Intento justificarme a mi misma diciéndome que es mucho más fácil y rápido cocinar pasta, arroz y patatas que carne (que cada día me gusta menos), y que resultan infinitamente más económicos que el pescado (que me encanta).

Para intentar perder estos molestos kilos lo mejor es ponerse en manos de especialistas: nutricionistas, algún coach o entrenador personal y hasta un buen psicólogo, que nos expliquen cómo proceder adecuadamente, para que los resultados sean satisfactorios y, lo más importante de todo, duraderos.

Pero, además, hay cosas que también podemos ir haciendo por nosotras mismas como beber más agua, eliminar las grasas saturadas, los productos lácteos, azúcares y los refrescos. Siempre se ha dicho que habría que comer, como mínimo 5 vegetales y 2 piezas de fruta al día. No es sólo el slogan o el claim de una campaña. Estos alimentos proporcionan antioxidantes y otros nutrientes que activan el hígado, limpian las células y ayudan a desintoxicarnos.

La teoría está muy bien, me diréis, lo difícil es ponerla en práctica. En esto os doy toda la razón. Si fuese tan fácil, no habría nadie en el mundo con kilos de más. Lo importante es encontrar la motivación necesaria. Tampoco dudéis en pedir ayuda.

Cuando nos rompemos un brazo vamos al traumatólogo y luego a fisioterapeuta para que nos rehabilite y volvamos a estar como antes. Pues, esto es lo mismo. Lo primero es visitar al médico de familia que nos hará una exploración y una analítica, y que nos derivará al nutricionista que querrá ver el resultado de esas pruebas, antes de prepararnos un plan a la medida consistente en un régimen acorde a nuestras necesidades y circunstancias.

Además de hacer régimen, también es muy importante hacer ejercicio. Recordad, quien mueve las piernas no sólo mueve el corazón, sino que el ejercicio ejerce grandes beneficios sobre nuestro estado mental y emocional. La liberación de endorfinas producen sensación de placer y felicidad, y tienen un efecto analgésico natural. En otras palabras, una mayor sensación de felicidad tras el esfuerzo, proporcional al nivel de esfuerzo y a la duración del mismo.

Pero, lo que realmente hará que nos sintamos felices, probablemente, sea el lograr nuestros objetivos, superar nuestras metas y convertir el esfuerzo que tanto nos cuesta en diversión y en salud. Así que, ¡ánimo, y acabemos con los dichosos kilos de más!

Fotos | USDAgov

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