Las personas que se vuelven más desagradables al envejecer ya mostraban estos cinco comportamientos cuando eran jóvenes

Están relacionados con la inteligencia emocional que, como bien explica la psicología, es imprescindible para tener buenas relaciones

Comportamientos De Perosnas Mas Desagradables Al Envejecer
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Con suerte todos envejeceremos. Algunos lo harán con una actitud positiva y agradeciendo estar vivos un día más. Otros se volverán más y más desagradables con el paso del tiempo. De hecho la mayoría, a medida que envejecemos, a veces nos volvemos un poco más difíciles en lo que al trato se refiere. El por qué dependerá de cada uno, pero sí existen ciertos patrones o comportamientos que suelen tener aquellos que, con la edad, se vuelven más desagradables. Si te reconoces en alguno, es el momento de hacer un trabajo de autoconciencia y pensar en cómo queremos envejecer.

Son demasiado vehementes

Tener una opinión firme sobre algo, unos valores y una forma de pensar no es algo malo per sé. Siempre que respetemos y escuchemos las de otros. Pero a medida que envejecemos, tener opiniones demasiado firmes nos hace personas más rígidas y con menos flexibilidad a la hora de pensar y de aceptar el cambio. Si ya éramos inflexibles antes, con la edad este rasgo empeora. Y mucho.

La resistencia al cambio es un comportamiento que puede indicar que alguien se está volviendo más desagradable y arrogante con la edad, porque esa negativa a adaptarse o a ver las cosas desde la perspectiva de otros hace que las conversaciones con esa persona se vuelvan cada vez más desagradables. Ser demasiado vehemente no solo tensa las relaciones, también limita el aprendizaje y el crecimiento de todos los participantes. Es fundamental recordar que el diálogo abierto es clave para mantener relaciones saludables a medida que envejecemos.

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Tienen poca paciencia

A medida que envejecemos, y según descubrió este estudio, se experimenta más “irritación diaria” y la reacción a aquello que nos molesta es más negativa si se compara con personas más jóvenes. Es decir, la paciencia se reduce. Si ya tenemos poca paciencia y con los años esta disminuye todavía más, se pueden producir roces en las relaciones interpersonales que dificulten el estar cerca de esas personas.

Son personas muy críticas

El sociólogo y psicólogo Arturo Torres afirmaba en Psicología y Mente que “quienes basan sus vidas en criticar a los demás tienen un serio problema de autoestima”. Las personas que juzgan a otros en cualquier circunstancia, a medida que envejecen se vuelven cada vez más críticos. No solo con el resto de personas, sino con ellos mismos y con la sociedad que les rodea. Cualquier situación es una oportunidad para criticar, quejarse o encontrar defectos. Ese sesgo de negatividad puede provocar que nos focalicemos en lo malo de manera continua y alterar la forma en que vemos el mundo, así como promover interacciones solo basadas en la queja.

La negatividad extrema puede ser agotadora para quien le rodea. Como explican en la BBC, se ha demostrado que el “lamento crónico" tiene un impacto significativo en la salud emocional, mental e incluso física tanto de quienes se quejan como de quienes reciben los comentarios.

Les falta empatía

La falta de empatía no es algo bueno en ningún rango de edad. La empatía nos ayuda a entender y comprender los sentimientos, opiniones y perspectivas de otros aunque no estemos de acuerdo con ellos o nos compartamos. Se trata de algo que va más allá de ponerse en los zapatos de otro, y es imprescindible para cultivar relaciones saludables en cualquier ámbito de nuestra vida.

Algunas personas, a medida que envejecen, parecen perder esa capacidad y se centran tanto en sus propias necesidades y deseos que olvidan y hasta desprecian los de los demás. Evidentemente si este rasgo estaba cuando eran jóvenes y no se trabaja por desarrollar esa habilidad dentro de la inteligencia emocional, cuando van pasando los años y se envejece, la visión del mundo de esa persona se vuelve aún más egocéntrica y su trato, más desagradable.

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No respetan los límites

Seguimos con la inteligencia emocional porque cuanto menos desarrollada esté, más fácil es que al envejecer nos convirtamos en alguien desagradable. Pensemos en una persona a la que le cuesta respetar los límites de otra persona. Cuando va cumpliento años, y a medida que su paciencia se reduce y su mundo se convierte en más egoísta, los límites se vuelven difusos para ellos. Aún más si cabe. Les cuesta respetar el espacio personal, no valoran el tiempo de otros y evidentemente tampoco sus emociones.

Si pensamos en que suelen ser personas con una falta flagrante de empatía como decíamos antes, no es de extrañar que cada vez hagan comentarios más desafortunados e inapropiados sin pensar en el posible impacto que podría tener en quien lo escucha.

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