Hemos pasado de sentir que la tecnología venía a salvarnos a comprobar que no podemos más con ella

Hemos pasado de sentir que la tecnología venía a salvarnos a comprobar que no podemos más con ella

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Hemos pasado de sentir que la tecnología venía a salvarnos a comprobar que no podemos más con ella

Adoraba a mi móvil. Me daba una libertad que nunca antes había experimentado, me permitía trabajar desde cualquier sitio, ser rápida y eficiente y solucionar problemas en un periquete. Hasta que me he dado cuenta de que vivo enganchada a él, más estresada que nunca y que trabajo más horas de las que he trabajado en mi vida y sin posibilidades de desconectar. Y lo que es peor: los últimos estudios apuntan a que eleva el estrés y disminuye la productividad.

Echo de menos los fines de semana de antes. Eran igual de largos que los de ahora, pero en comparación parecerían eternos porque estaban llenos de… nada en particular. Sin embargo, en la actualidad mis fines de semana se interrumpen con correos del trabajo que me llegan del móvil o mensajes de mis compañeros que no puedo evitar leer.

Sí, pertenezco a esa generación que se pasa horas y horas mirando el móvil, chequeando su mail y perdiendo el tiempo en las redes sociales. Y resulta que los últimos estudios dicen que todo ese acceso fácil a información nos está estresando más y al tiempo nos hace menos productivos.

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El que más nos ha llamado la atención se titula The Quality of Working Life 2016, realizado por el Chartered Management Institute y llega a la conclusión de que la obsesión por mirar los correos y mensajes del trabajo en nuestro tiempo libre está consiguiendo que muchos de nosotros no consigamos desconectar y, en consecuencia, no podamos relajarnos tanto como necesitamos y cargar las pilas.

Y es que este chute de información es adictivo. Difícil de evitar. Imposible no mirar cuando tu móvil hace “ping” y sabes que vas a recibir una nueva dosis, algo desconocido y, por qué no, un tanto excitante. Eres como un yonki. O al menos esa es la sensación, como de un chute, que describen algunos usuarios de redes sociales como Instagram o Twitter. Estás enganchado a ver cosas nuevas, a recibir, a mirar, etc.

Tienes que tener una fuerza de voluntad de hierro para no dejar lo que estás haciendo y cotillear. O, en mi caso, no perderse por los derroteros de Twitter o los mensajes que llegan de Slack y concentrarme en escribir cualquier cosa, empezando por este artículo.

Procrastinar, procrastinar y el trabajo nunca se va a acabar.

He pensado en meter mi móvil en una caja de caudales durante todo el fin de semana para no tener la tentación de mirarlo. Pero también debería meter la tablet y el portátil. Así quizá conseguiría no echar las horas muertas mirándolo y hacer más cosas con mi vida. Sin procrastinar, vamos.

Pero por otra parte, el móvil no sólo es una distracción durante el fin de semana. También lo es durante mi jornada laboral, cuando su constante zumbido interrumpe cualquier cosa que esté haciendo y consigue que tenga menos capacidad de concentración que un niño de tres años con un chute de azúcar.

Algo parecido debía pasarle a Robby Mcdonell, a quien le preocupaba tantísimo averiguar en qué perdía tanto tiempo y hacia dónde iban sus días que acabó fundando la star-up Rescue Time. En su opinión, las alertas están diseñadas con el objetivo de llamar nuestra atención y estimular las partes de nuestro cerebro, provocando una respuesta directa ya, ahora, en este mismo segundo. Su contribución a la causa ha sido desarrollar un programa que controla cuánto tiempo pasamos en cada aplicación y permite a los usuarios bloquear determinados programas (supongo que los que más nos distraen) por periodos de tiempo.

Un trabajo parecido es el desarrollado por Dajia Zhu con la aplicación StayFocused, una solución para que te des cuenta de cuánto tiempo pasas trabajando de verdad y cuánto tiempo pierdes navegando o tuiteando, por poner un ejemplo.

¿Qué podemos hacer para usar los smartphones de forma "smart"?

Curiosamente la enfermedad también puede ser el remedio. Es decir, nuestro smartphone, ese aparatejo que nos provoca tanto estrés también puede ser la solución a ese problema. Por ejemplo, para Michael Acton, fundador de Calm.com, nuestro teléfono móvil nos puede proporcionar claves y técnicas para respirar mejor y relajarnos. Así en vez de estar chequeando nuestros mails mientras esperamos al autobús podemos estar poniendo en práctica técnicas para desestresarnos.

Multinacionales como Google o Target han programado sesiones de meditación en sus oficinas, algo que según un estudio realizado por Aetna, una aseguradora, puede llegar a reducir el estrés de los empleados hasta en un tercio (y ya que nos ponemos, los costes médicos en mil cuatrocientos euros menos al año). Es más, en EE.UU. últimamente el mindfulness está orientado casi exclusivamente a tratar de paliar el estrés digital y cursos como el creado por Tamara Levitt, una terapeuta de San Francisco, tienen hasta cinco millones de usuarios.

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Estoy segura de que todos estos cursos y estas apps son maravillosos y una buenísima solución para paliar esa ansiedad y ese estrés que nos provoca estar conectados continuamente, pero me preocupa no ser capaz de desconectar yo por mí misma. Es como decidir comer sólo una patata frita y no el bol entero. Se requiere una fuerza de voluntad tremenda, pero merece la pena hacer un gran esfuerzo. Y sin tener que verse obligada a apagar el móvil.

Fotos: Unsplash.com, Pixabay.com

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Ig Tre

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