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Nacieron en el ocaso del siglo XX, tienen un vago recuerdo del llamado ‘efecto 2000’ y todavía saben cuál es la relación entre un bolígrafo y una cinta de casete. Pero, más allá de eso, lo que define a las chicas millennial es su relación con la tecnología y las redes sociales. Su móvil es una extensión más de su cuerpo y su perfil de Instagram, su ‘yo’ más artístico, moderno y viajero.

En esta plataforma vuelcan todo su potencial creativo, se ponen el chip de cazadoras de tendencias y, sobre todo, muestran todos esos lugares que las han enamorado.

Porque asomarse a su perfil en esta red social es ver que son unas trotamundos, que las fronteras no existen para ellas, que conciben el planeta como un cheque en blanco de aventuras y que pocas cosas las hacen más felices que pensar en su próximo destino.

El contexto socioeconómico de los últimos años, sumado a la revolución de las nuevas tecnologías, ha dibujado una nueva generación, en la que se enmarcan las chicas millennial, que aprecia mucho más lo efímero de un atardecer en una isla de Tailandia que tener un armario a rebosar de zapatos cuyo precio supera las tres cifras o una casa con piscina para toda la vida.

Una generación que invierte en experiencias

Los datos hablan por sí solos. Según indica esta encuesta de The Harris Poll, casi el 80% de la generación millennial prefiere gastar su dinero en vivir experienciasque en comprar cosas. ¿Por qué? Porque esas vivencias ayudan a conformar su personalidad y porque solo con ellas pueden dar forma al mejor álbum de recuerdos posible: el que se crea en su cerebro.

Y es uno mucho más completo que cualquier perfil de Instagram, pues allí se almacenan para siempre los intensos colores de aquellos cerezos en flor de Japón, la sensación del viento en el rostro al atravesar California en un descapotable, el sabor de esos zumos de frutas tropicales de México o el aroma que las acompañó en cada uno de esos momentos, el del perfume Nomade de Chloé.

Moving from place to place discovering the world 💛🌎 Nomade @chloe #chloegirls

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De todas las vivencias que el mundo les ofrece, las chicas millennial eligen por encima de todas la de ponerse el mundo por montera; es decir, los viajes. El 81% de esta generación apuesta por invertir su sueldo en escapadas a los confines de la Tierra. Si sus padres invertían en ladrillo, ellas prefieren aprovechar esa cantidad de dinero en noches durmiendo en el desierto, en jornadas paradisíacas buceando entre corales en Australia o en tardes paseando por la playa de Santa Monica.

Y es lógico: están hiperconectadas. Pasan la mayor parte de su tiempo observando, a través de las redes sociales, lo grande y genial que es el mundo, anotando sitios a los que ir en su lista de deseos y contemplando cómo otras chicas de su edad, su estilo y sus aspiraciones se dedican a recorrerlo de punta a punta. ¿Cómo no iban a querer probarlo ellas mismas?

Más allá del viaje: la vida en la maleta

Las más inconformistas dan un paso más y no se contentan con conocer otros países en sus periodos vacacionales. Quieren que esa felicidad que sienten cuando están de viaje sea su estado de ánimo para siempre. Ellas son las que se atreven a convertirse en nómadas digitales.

Manarola charming street 🌸 #collageontheroad #cinqueterre #collagevintagexsundress

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“Pero eso solo lo hacen un puñado de chicas que viven de su Instagram”, dirán algunas. Sí, las influencers en las que muchas nos miramos, que viven con la maleta siempre hecha y recorriendo los lugares más cool del planeta, son ejemplos de chicas enomad.

Pero no hace falta acumular centenares de miles de seguidores para convertirse en una de ellas. Basta con tener un empleo que requiera como todo despliegue logístico un ordenador portátil y una buena conexión a internet. Y muchas ganas de aventuras.

Diseñadoras gráficas, programadoras web, blogueras, especialistas en SEO, periodistas, fotógrafas… Cada día son más las chicas con profesiones de este tipo que se rinden a los encantos del teletrabajo y apuestan por hacer del mundo entero su oficina. ¿Por qué quedarse encerradas entre cuatro paredes si tienen tantos kilómetros por recorrer?

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Más común de lo que parece

Las mujeres enomad no son, por tanto, seres exóticos y difíciles de encontrar. Son chicas cargadas de vitalidad e inconformismo que optan por cambiar de residencia cada pocos meses, vivir en ese lugar en el que siempre han soñado aunque sea por un tiempo y acumular postales en su retina, no en la pantalla de su ordenador.

Aunque, como todo en la vida, ser una nómada digital sin hogar fijo tenga sus peros, las chicas que se alistan en este ejército viajero sin patria ni bandera aprenden a ser más flexibles, más tolerantes y menos materialistas. Y, también, más productivas, pues ellas son las primeras que quieren terminar la jornada laboral para marcharse a explorar nuevos rincones.

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Un ejemplo de que dar este giro a tu vida es posible es el caso de la bloguera Sarah Funk, que dejó su trabajo para hacer de su portal su sustento. Ahora cuenta su experiencia a otros que quieren vivir como ella y es toda una inspiración para quienes decidan apostar por este way of life.

Otro caso ejemplar es el de Isabel, la española detrás del blog La 5th con Bleecker St, que convirtió su amor por Nueva York en su medio de vida. Cada año viaja un mínimo de dos veces a la Gran Manzana y su bitácora es una estupendísima guía de la ciudad para aquellos viajeros que quieran la dosis justa de turistadas.

¿A alguien más se le han puesto los dientes largos y quiere vivir con la vida en la mochila y el pasaporte en la mano? Sumarnos al team enomad, comprar un billete solo de ida y adentrarnos en un verano eterno se nos antoja como un plan vital más que plausible. ¿Nos leemos próximamente desde Las Bahamas?