Todo lo que sé sobre Tinder y que me contó una amiga (o sea, no)

Todo lo que sé sobre Tinder y que me contó una amiga (o sea, no)

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Todo lo que sé sobre Tinder y que me contó una amiga (o sea, no)

Cuando te has pasado una buena parte de tu vida en pareja y aterrizas de golpe en el mundo de la soltería, hay una serie de cosas para las que no todas estamos preparadas. La evolución tecnológica del mundo de las citas es una de ellas. Si la última vez que tuviste una cita, la súper modernidad era dar un toque al móvil, me temo que te vas a llevar un sustito con Tinder, esa última frontera que tus amigas solteras han atravesado y que tú ves como una bacanal cibernética. Para evitar que acabes gritando «¿pero esto qué es lo que es?» cuarenta y tres veces al día, hemos elaborado esta guía Tinder para novatas.

FASE 1: Aprendemos a usar la app

Vamos primero con el funcionamiento básico: te registras a través de tu cuenta de Facebook (tranquilidad, que no se va a enterar nadie; al menos nadie ajeno al mundo Tinder) y la app encuentra candidatos disponibles en un radio aproximado de cien kilómetros. Ahí llega el primer momento «uuuuuh, dónde me estoy metiendo» de la experiencia Tinder. ¡Las fotos!

Fotos de usuarios de Tinder hay para todos los gustos. Bueno, para el buen gusto hay pocas, no nos engañemos. Llega un momento que esto ya es un de perdidos al río, porque si nos ponemos estrictos, lo vamos a descartar todo: los que salen en la foto sin camiseta (arrggh), los que posan tiernamente con su perro (demasiado cuqui), los que ponen una foto de grupo y no sabes si estás quedando con un chicazo o con su prima (se ve venir que les falta un hervorcito), los que salen bebiendo un cóctel en una piscina (lo del cóctel en la piscina tiene que ser algo patrocinado porque no es normal que sean el ochenta por ciento de los usuarios)… Bueno, al menos esto es lo que dice mi amiga, la que me lo ha explicado todo para el artículo (ejem).

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¿Que cómo se sabe la compatibilidad entre usuarios? Fácil. No se sabe. Simplemente, la app pone en contacto a dos usuarios que se han seleccionado mutuamente como candidatos. Para seleccionar o no a un usuario, solo tenemos unos pocos datos (las fotos y el número de contactos de Facebook que tenéis en común, lo cual es muy útil para no acabar quedando con el profesor de Religión de las niñas [true story]).

En la galería de candidatos, si deslizas la foto a la izquierda, seleccionas al candidato (vale, sí, eres mono, es una opción); si la deslizas a la derecha, lo descartas (vade retro, Satanás, ¿de verdad crees que es buena idea poner de perfil la foto de tu boda? [true story]). Es el sile sile, nole nole del amor (¿amor?). Ojo al error clásico de novata: no enterarte de cómo va la app e ir pasando fotos como si fuera la galería del iPhone y, por lo tanto, seleccionando a toda la provincia [true story]. Que oye… si no consigues así una cita, mal vamos.

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FASE 2: Vale, muy bien, somos compatibles... ¿y ahora qué?

Más te vale haber seleccionado un buen número de candidatos porque cuando llega el momento del contacto por el chat de la app, eso es el acabose. Lo primero es descartar a ese 82,3% de usuarios que empiezan la conversación con un «eres muy guapa» [true story]. Fail, súper fail. Incluso cuando las conversaciones empiezan bien, es inevitable una cierta sensación de «pero en qué santo momento me he metido yo a buscar pareja como quien se compra un pantalón en la app de Zara».

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FASE 3: La cita (¡horror!)

El mundo de la cita a ciegas está muy poco evolucionado por estos lares. Si nos fiamos de las pelis americanas, allí el tema del dating es muy anterior a la era Tinder. Pero aquí no, así que tocarán unas cuantas horas de autotortura, presididas por un enorme «¿pero por qué, Señor, por quéeeee puse esa foto tan retocada en el perfil?» [true story]. Una búsqueda rápida en Google te revelará que no, no existen bares con filtro Mayfair incorporado, así que habrá que echarle valor al asunto. No hace falta que te pongas un clavel rojo en el ojal, pero, en serio, si abusaste del Photoshop, casi mejor indícale un rasgo distintivo para que te localice. Y, si el que abusó fue él y pasas miedito cuando lo ves aparecer, no te preocupes. Simplemente, huye. Huye y bloquea.

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FASE 4: ¿Y yo de qué hablo contigo?

Da igual lo fluido que fuera todo a través de chat, en persona, siempre habrá un momento incómodo. El anonimato tecnológico nos convierte a todos en unos humoristas de primera, pero en persona es muy probable que dediquéis a hablar del tiempo más minutos que Mario Picazo [true story]. Además, Tinder ha evolucionado (o involucionado, ya no sé) desde sus comienzos. Si antes se daba por hecho que todos los usuarios buscaban un ratito de sexo ocasional, ahora ya hay un poco de todo. Así que lo mismo te lanzas y te estrellas, que quedas con toda la intención de pasar un rato tomando un café y te encuentras a los dos segundos con la mano del muchacho entre los muslos [true story] (que también te digo una cosa: si querías tomar un café, digo yo que tendrás amigos “reales”).

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FASE 5: ¿Culminamos?

Culminar puede ser acabar pasando un rato en un hotel o tener una segunda cita con vistas a algo más. ¿La buena noticia? Aquí ya todo irá como en el mundo real. No hace falta conectar el móvil. Pero un consejito: si acabáis teniendo una relación Tinder, no estaría de más volver a entrar a la app al cabo de unas semanas para comprobar si la persona en cuestión sigue disponible como usuario [true story]. Lo dejo caer.

Disclaimer: puedo jurar que todo lo aquí expuesto es fruto de una concienzuda investigación en primera persona. O sea, en segunda, que me lo ha contado todo una amiga (ejem ejem). Me voy a tomar una pastillita para esta tos tan tonta que me ha entrado.

Fotos | Pixabay

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