Querer vivir una vida "normal-perfecta" está empeorando la salud de las mujeres

Querer vivir una vida "normal-perfecta" está empeorando la salud de las mujeres
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Parece como si en la actualidad la salud de una mujer tuviera menos que ver con la ausencia de enfermedades y más con ser una persona que cuida su cuerpo y su mente con tal de cumplir con las expectativas sociales sobre apariencia y cualidades.

No se trata de una simple opinión, sino que es algo que hemos comprobado mientras nos documentábamos para nuestro último libro: Postfeminism and Health. Para ello, analizamos muchos estudios y publicaciones entre los que se incluían libros de autoayuda, campañas estatales para fomentar un peso saludable y la forma en la que los cirujanos y sus pacientes hablan de técnicas quirúrgicas (como la cirugía estética genital). También observamos la forma en la que los medios de comunicación y las mujeres entienden el sexo, las aplicaciones para smartphones sobre el embarazo, los anuncios de leche de lactancia, la forma de fomentar la salud en los países en vías de desarrollo y los posts de Internet de comunidades de fitness o a favor de la anorexia.

Con todos estos datos pudimos comprobar que la gente relaciona salud con deseo de ser normal y que una vida normal debería ser una vida perfecta.

Lo que las mujeres hacen para estar sanas muchas veces está vinculado al deseo de ser normal. Ser "normal" significa no estar ni muy gorda ni muy delgada y no preocuparse ni demasiado ni demasiado poco. Nos dimos cuenta, por ejemplo, de que ser normal estaba detrás de muchas de las decisiones de las mujeres para someterse a una operación de reducción de peso, esperando que con ello desaparecerían los estigmas y las críticas, pudiendo disfrutar la vida como una "buena" persona.

Esta es solamente una de las formas en las que las mujeres se sienten obligadas a pensar que su cuerpo es un problema y que deben hacer algo por cambiarlo. Siguiendo esta lógica, los cuerpos de las mujeres siempre van a necesitar cambiar algo para ser normales, pero la cosa empeora cuando se dan cuenta de que una vida normal equivale a una vida perfecta. Esperar que la vida cotidiana sea óptima (lo que llamamos "perfección normal") ejerce una inmensa presión sobre las mujeres para que cambien sus cuerpos y su forma de pensar.

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La presión es tanta que hoy en día las mujeres pocas veces se pueden sentir que son lo suficientemente buenas. Cuando hicimos el test de psicología de una revista con el fin de obtener el mejor resultado, se nos daba la enhorabuena con un: "¡Estás segura de ti misma!" Pero a la vez se nos advertía de que no deberíamos estar demasiado seguras de nuestra seguridad en nosotras mismas: "Incluso aquellas que están muy seguras de sí mismas muchas veces tienen momentos en los que dudan. O puede que te sientas segura en la mayoría de las cosas, pero te pones más nerviosa de lo que te gustaría cuando tienes que hablar en público". Parece que por mucho que hagan las mujeres, nunca va a ser suficiente.

Autoestima, empoderamiento y consumismo

El resultado de tanto autoanálisis, autocrítica y constantes requisitos para mejorar cuerpo y mente no es bueno para la salud, sino que produce ansiedad y miedo al fracaso.

Esta ansiedad se ve intensificada por la forma en la que se relaciona salud con capacidad de consumo. La sociedad de consumo nos da muchas opciones donde elegir, pero eso también significa que somos vulnerables a no acertar nunca del todo.

A lo largo de los temas que exploramos en nuestro libro nos dimos cuenta de este aspecto desestabilizador del consumismo. Por ejemplo, una campaña de marketing por lo visto aconsejaba a las mujeres en periodo de lactancia a comer sano, pero también podía ser contraproducente y debilitar su confianza a la hora de dar el pecho a sus hijos.

En el anuncio aparecía una mujer dando el pecho a la que se le habían pintado en el cuerpo refrescos o hamburguesas y acompañada por el eslogan: "Tu bebé es lo que comes". La sugerencia de que una mujer tiene que seguir una dieta perfecta para que la lactancia sea saludable crea el riesgo de que opte por utilizar fórmula infantil para alimentar a su bebé.

La última parte de nuestra investigación analizaba cómo el deseo de llevar una vida normal-perfecta podía empezar a parecer que venía del interior de la persona y que no se trataba de una presión social. Cuando estamos constantemente bombardeados con mensajes sobre lo que significa ser una "buena persona" puede que dichos mensajes acaben grabados en nuestro subconsciente. Cuando nos miramos al espejo puede que usemos una frase o una idea que hemos leído en una revista cuando reflexionamos sobre nuestra apariencia. Por ejemplo, puede que nos paremos a observar si nuestras piernas se rozan o no y una vez que empezamos a utilizar dichas ideas en nuestros propios pensamientos parecerá que son nuestras ideas porque forman parte de nuestros pensamientos personales.

Esto ocurre sobre todo en la actualidad, puesto que uno de los mensajes a los que más estamos expuestos es la idea de que una buena persona puede elegir de forma independiente. Esta es una de las razones por las que las mujeres que se someten a operaciones de cirugía estética genital lo ven como una opción de empoderamiento personal y no como resultado de la presión social. Hay que tener en cuenta que si las mujeres están tan expuestas a ver genitales femeninos alterados tecnológicamente, es más probable que los vean tanto como normales como ideales.

Comprender que nuestros deseos proceden de nuestro interior hace que sea difícil cuestionar los intereses comerciales que buscan que tengamos dichos deseos. También hace que el consumismo sea visto como una solución a la falta de autoestima de las mujeres, cuando en realidad es el causante de los problemas.

Nuestro deseo de estar sanos parece progresivo e incluso lógico, pero cuando nos damos cuenta de que la salud es una práctica consumista (vinculada a la identidad y a la capacidad de vivir una "buena vida" ideal) nuestra visión de la misma es muy limitada. Es como si esa vida que merece la pena vivir nunca va a estar a nuestro alcance.

Autores: Sarah Riley, Adrienne Evans y Martine Robson

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Traducido por Silvestre Urbón.

Fotos| Unsplash.com

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