¿Tienes la manía de querer quedar siempre bien? Una terapeuta nos cuenta qué hay detrás de todo eso (y cómo solucionarlo)

¿Tienes la manía de querer quedar siempre bien? Una terapeuta nos cuenta qué hay detrás de todo eso (y cómo solucionarlo)

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¿Tienes la manía de querer quedar siempre bien? Una terapeuta nos cuenta qué hay detrás de todo eso (y cómo solucionarlo)

Puede que conozcamos a alguien o puede que nosotros mismos formemos parte de ese grupo de personas que están permanentemente obsesionadas con quedar bien. Y, en algunos casos, el adjetivo es precisamente ese: obsesionadas. A (casi) todos nos preocupa quedar bien y queremos ayudar a los demás; es normal y forma parte de nuestra presencia en la sociedad, pero hay una barrera bastante fina entre estar preocupados por los demás y que nos preocupe la imagen que tengan de nosotros y que nuestra vida se vea trastornada por ello. Hemos tomado un caso extremo, hablando con una persona que ha sufrido este problema y con la terapeuta que la ayudó a sobrellevarlo, para que arrojen un poco de luz sobre un asunto que afecta a más personas de las que pensamos.

Cuándo se convierte el querer quedar bien en un problema

Esa es la primera pregunta que debemos hacernos. Si, como decíamos, en mayor o menor medida, todos nos preocupamos por la imagen que los demás tengan de nosotros y por intentar ayudar a nuestro entorno, puede resultar difícil determinar cuándo estas actitudes se convierten en un problema. La terapeuta a la que hemos consultado nos lo explica: «Querer quedar bien se convierte en un problema cuando pasa a controlar nuestras vidas. Si nos obsesiona, nos hace estar nerviosos, tristes o ansiosos, entonces es probable que exista una patología».

También es importante determinar con quién nos importa más quedar bien. «No es lo mismo dejarlo todo para ir a ayudar a un amigo o familiar muy cercano que a un simple conocido. Aquí conviene aplicar el criterio de la reciprocidad y preguntarnos si nosotros esperaríamos lo mismo de esa persona. Por ejemplo, si nuestro hermano o nuestro mejor amigo está enfermo, es normal que queramos estar a su lado y ayudarle, pero ¿por un compañero de trabajo o un amigo al que hace años que nos vemos? Debemos plantearnos si esperaríamos que esas personas estuvieran con nosotros si fuéramos nosotros los enfermos y darnos cuenta de que no siempre vamos a poder ayudar a todo el mundo. Es necesario priorizar».

Qué sienten las personas obsesionadas por quedar bien siempre

A todos nos gusta quedar bien. Que los demás tengan buena opinión de nosotros, formar parte de ese grupo de gente de los que todos dicen «es muy buena persona» y sentirnos satisfechos con lo que hacemos por los demás. A priori, no tendría por qué haber un problema en todo esto. Pero, en ocasiones, lo hay. Es lo que le ocurrió a M.P., una mujer de 33 años que, en un momento de su vida en que todo parecía ir bien, empezó a sufrir episodios fuertes de ansiedad y decidió pedir ayuda.

En la consulta de su terapeuta, encontró una respuesta que ella ya imaginaba. «Vivía completamente obsesionada por quedar bien con los demás. Era algo a medio camino entre ayudar a la gente que quiero y reforzar la imagen que tenían de mí como alguien servicial. Si me enteraba de que se había muerto la tía abuela de una conocida, me escapaba al tanatorio en la hora de comer; si una amiga estaba enferma, aunque solo fuera un catarro, sacaba horas de donde fuera para ir a verla, a llevarle una revista o una sopa; si cualquier amigo me pedía que lo acompañara a un lugar, por muy aburrido que me pareciera, no tenía la capacidad de decir que no».

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El problema de M.P. se encontraba, como ella misma reconoce, y como su terapeuta le hizo ver, a medio camino entre la obsesión por quedar bien y el complejo de rescatador, es decir, la constante necesidad de cuidar de los demás. «Llegó un momento de mi vida en que me di cuenta de tres cosas: la primera, que el estrés que nunca me había generado ni el trabajo ni ninguna otra cosa me lo estaba generando la necesidad de quedar bien con los demás; la segunda, que mi vida estaba a la cola de mis prioridades, y las de los demás siempre le pasaban por encima; y la tercera, que fue la que me hizo espabilar, que no me apetecía absolutamente nada todo lo que hacía. Se había convertido en una tortura ir a visitar a amigos enfermos, llamar constantemente para preguntar por la salud de sus familias y estar informada de si podía hacer algo por ellos. Y eso me hacía sentir hasta mala persona».

Aprender a ser egoísta... y hacérselo saber a los demás

M.P. considera que haber buscado ayuda fue la mejor decisión de su vida. Había sufrido un par de episodios de ansiedad y decidió encontrar la causa. Su terapeuta nos explica brevemente cómo pudo ayudarla a ella (y, nos aclara, a bastantes más personas con este problema de las que imaginaríamos): «El primer paso fue localizar el origen de esa ansiedad que sufría. No fue difícil. Pronto se reveló que era la obsesión por quedar bien con la gente la que estaba afectándole profundamente».

El segundo paso llegó con la reformulación del término 'egoísmo'. «La idea de ser egoísta tiene una connotación negativa en la sociedad, y puede serlo en ocasiones, pero también es necesario. El egoísmo, como forma de poner nuestras necesidades por delante de las de los demás y, sobre todo, aprender a decir que no, es necesario».

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M.P. reconoce que aprender a decir que no es una de las cosas más complicadas que ha hecho: «Mi primer 'no' llegó un domingo. Estaba comiendo con mi familia y una amiga me llamó para preguntarme si podía ir a recogerla al aeropuerto. Ya casi estaba cogiendo el bolso para salir corriendo a por ella, cuando me di cuenta de que esa era una oportunidad excelente para empezar a pensar más en mí que en los demás. Le dije que no, y acabé incluso enfadándome. Ni siquiera me había llamado antes de que saliera su vuelo o me había explicado por qué tenía que ser precisamente yo quien fuera. Simplemente... dio por hecho que no me negaría, porque nunca lo había hecho».

Precisamente es la reacción que tuvo parte de su entorno el único punto negativo que encuentra M.P. en su recuperación: «Digamos que tenía a mucha gente muy malacostumbrada. Algunas personas se enfadaron cuando vieron que empezaba a estar menos pendiente de cada una de sus necesidades. Incluso a pesar de que esa atención nunca fue recíproca o de que no exigen lo mismo a otras amigas del mismo grupo».

En cualquier caso, M.P. no duda en considerar que pedir ayuda fue una gran decisión. Recuerda con horror la época en que la ansiedad por quedar bien la consumía y reconoce sin rubor que tiene en su mesilla de noche «una de las primeras tareas que me mandó mi terapeuta: elaborar un listado de las personas que son realmente importantes para mí, con mi nombre a la cabeza»

Su terapeuta le recuerda que «todavía queda camino por recorrer, pero las bases están puestas. La ansiedad es un trastorno muy generalizado y que no se soluciona de un día para otro. Puede parecer interesado que yo lo diga, pero pedir ayuda profesional es siempre un primer paso muy positivo».

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Qué papel juega la autoestima en nuestra necesidad de quedar bien

En muchas ocasiones, querer quedar bien con los demás esconde un problema de autoestima: no nos gustamos tal como somos, tenemos miedo de no gustar tampoco a los demás y nos esforzamos en hacer todo lo posible por que nos aprecien.

Trabajar nuestra autoestima y nuestra propia visión de nosotros mismos es el mejor trabajo que podemos hacer para no permitir que el problema nos supere. «En muchos casos, la obsesión por quedar bien con los demás acaba conduciendo incluso a la mentira, porque, en el afán de la persona de producir una buena impresión, miente sobre su propia vida o, en el caso concreto de la ayuda a los demás, miente sobre los motivos por los que no ha podido acercarse a ver a un amigo enfermo o a un compromiso al que no le apetecía ir. Con ello, solo consigue añadir la culpabilidad a toda la vorágine de sentimientos que ya le provoca la situación. Como en todo, la única situación es acudir al origen, sea una baja autoestima u otro motivo».

Imágenes | Pixabay.

En Trendencias | De la ansiedad a la depresión hay un paso. Cómo evitar llegar a caer.

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Ig Tre

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