¿Hay que estar un poco loco para ser un genio?

¿Hay que estar un poco loco para ser un genio?

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¿Hay que estar un poco loco para ser un genio?

Cuando escuchamos la palabra 'genio', hay una serie de nombres recurrentes que nos vienen a la cabeza: Einstein, Mozart, Lennon o Picasso. Hay muchos más. Y, sobre casi todos ellos, se ha dicho en algún momento que estaban locos.

¿Es la locura una característica inherente a la genialidad? Quizá deberíamos empezar por preguntarnos qué es un genio. ¿Qué los define? Se habla de cinco características comunes a todos los genios: curiosidad, especialización, autocrítica, sacrificio y pasión. Y, siempre, siempre, se añade la coletilla: «y un punto de neurosis».

¿Por qué les llamamos locos, neuróticos, excéntricos? Quizá la respuesta sea simple: porque cambian las cosas. Y no me refiero a que desarrollen una teoría científica o establezcan una nueva vía artística o musical. No es solo eso. Todos los genios han desafiado lo conocido, lo establecido, lo cómodo...

Einstein

Algunos estudios científicos han probado la relación entre la genialidad y la locura. Aunque 'locura' es quizá una palabra demasiado vaga, e incluso despectiva, para calificarlos. Y 'genio', un concepto demasiado restringido. Lo que sí parece probado, siguiendo las directrices de un estudio del King's College de Londres, es el vínculo entre determinados trastornos y la creatividad. Claro que no todas las personas creativas acaban convirtiéndose en genios; ni está claro tampoco que todos los genios hayan sido creativos.

Un trastorno muchas veces relacionado con la genialidad es el síndrome de Asperger. Con la prudencia con la que ha de tomarse un diagnóstico tan a posteriori, se habla de Mozart, Newton o Einstein como posibles afectados por este trastorno. Incluso algunas empresas, como la compañía informática alemana SAP, buscan entre los afectados a posibles empleados que aporten esa genialidad sobre la que se teoríza.

Picasso

No soy yo nadie para cuestionar lo que dicen los estudios. Pero sí pongo en duda la palabra: loco. Si un pintor representa el bombardeo de Gernika con caballos y toros, está loco. Si un cantante cree en un mundo sin cielos ni infiernos, sin fronteras ni religiones, está loco. Si un empresario dice que algún día todos tendremos un ordenador personal, está loco. Les ha ocurrido a todos. Por muchas veces que se nos llene la boca con 'cambiar las cosas', en el fondo suele gustarnos lo establecido. Conocemos las reglas y sabemos cómo cumplirlas.

Ameliaearhart

Volviendo a las cinco características de las que hablábamos, podemos hacernos una imagen del día a día de quien está llamado a ser considerado genio. Alguien extremadamente curioso por su campo de trabajo; especializado en él, casi sin importarle otra cosa; autocrítico hasta el desespero cuando algo no va bien; sacrificado, en horas de su tiempo, de esa manera en que solo pueden serlo quien está apasionado por lo que hace.

¿Qué imagen nos transmite alguien así? La de un loco encerrado en su estudio, ignorando los estímulos externos y dedicado en exclusiva a aquello en lo que cree. ¿Loco? Puede ser. Si les preguntáramos a ellos, probablemente dirían que un loco es alguien a quien no le apasiona nada lo suficiente como para dedicarle su vida entera.

Es difícil reconocer a un posible genio dentro del trabajo en equipo. ¿Qué es lo mejor que pueden aportar las personas brillantes? Evidentemente, sus ideas. Ideas con las que irán a muerte, precisamente por su propia confianza en ellas.

Pero, ¿es su carácter, esa supuesta locura, compatible con un entorno laboral cotidiano? ¿Cómo debemos tratar con un genio que puede, en ocasiones, ser un poco asocial? El sociólogo Fernando Buendía nos ofrece dos premisas: que la confianza es mejor que el miedo, y que la mejor estrategia es probar. Y, si hay que rechazar algunas de sus ideas, hacerlo con firmeza, pero con mano izquierda.

Virginia Woolf

Quizá me he equivocado al preguntarme qué es un genio. Creo que debería haberme preguntado qué es un loco. A quién se suele considerar loco. Si es a quienes son lo suficientemente inconformistas como para no seguir las normas, sino crear unas nuevas... entonces la verdadera locura la comete quien los juzga.

Fotos | Cordon Press, Matthew Yohe y John D. Schiff.

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