15 consejos para que nuestros hijos quieran leer

15 consejos para que nuestros hijos quieran leer

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15 consejos para que nuestros hijos quieran leer

Uno de los grandes dramas de muchos padres es conseguir que sus hijos lean. Que se interesen por los libros como lo hacen por los videojuegos o la televisión. Que no refunfuñen cuando les mandan las lecturas obligatorias en el colegio. Es un reto, no nos engañemos. Si a un niño o adolescente se le ha atravesado la lectura... es difícil reconducir la situación. Pero hay opciones, tanto para no llegar a ese punto como para revertirlo antes de que sea tarde.

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Quizá el consejo más importante de todos. Los niños aprenden más por imitación que por ninguna otra vía, así que a la eterna pregunta «¿qué puedo hacer para que le apetezca leer?», pregúntate si tú lo haces. Para quien responda que sí, tenemos los otros 14 consejos en esta lista. Pero si la respuesta es no... ¿No es demasiado esperar de un niño que se interese por algo que no forma parte de la rutina de su casa?

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Hacer de la lectura algo atractivo

Este punto es fundamental en la infancia, en esa época en que el niño aún no sabe leer y son los padres quienes les leen. Si para los padres ese rato de lectura con sus hijos, generalmente antes de dormir, es algo tedioso y leen sin mayor emoción, los niños lo percibirán. En cambio, si jugamos a convertirnos en piratas, dragones o princesas y los hacemos partícipes de ese pequeño teatrillo, es muy probable que pasen el día deseando que llegue el momento del cuento.

Buscar los tiempos adecuados

Lo decíamos en el punto anterior: la hora de leer suele ser antes de dormir. Pero, ¿y si nuestros hijos son especialmente dormilones y no es esa la mejor hora para ellos? Quizá podamos buscar un hueco a media tarde para leerles o, cuando ellos ya sean mayores, dejar que encuentren el momento del día en que más les apetezca leer.

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Ponerles los dientes largos

Hay una etapa de transición complicada, cuando el niño deja de escuchar lo que le leen y pasa a tener que leerlo por sí mismo. Evidentemente, su capacidad lectora aún no está muy desarrollada y leer a ritmo lento y dificultoso es mucho peor que escuchar a papá y a mamá contarles una historia. Un buen truco para esta fase es generarles expectativa, ponerles los dientes largos con los personajes que se pueden encontrar en los libros que vayan a leer.

Los libros tienen sus lugares, llevémoslos a ellos

Bibliotecas, librerías, ferias del libro, días del libro... Cualquier espacio en que el libro sea el protagonista será un buen lugar para que nuestros hijos empiecen a interactuar con los libros. Las bibliotecas son clave en este proceso. Más o menos siempre hay una cerca y a todo niño le gusta tener un carnet con su nombre que le otorga derechos. Aprovechémoslo.

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Pedir consejo a profesionales

Para quienes nos dedicamos al mundo de las letras o para padres que sean grandes lectores, puede resultar evidente qué libros son los que pueden enganchar a nuestros hijos a la lectura para siempre y cuáles les pueden crear un trauma inolvidable. Pero, si no se está muy puesto en el mundo literario, puede parecer una buena idea comprarle El Quijote a un niño de 11 años o alejarlo de Harry Potter porque son cosas de brujería que le pueden dar miedo. Sus profesores del colegio o el librero del barrio seguro que pueden asesorarnos sobre las mejores lecturas (o podemos consultar la lista de 31 libros para niños que elaboraron nuestros compañeros de Bebés y más).

Premiar y no castigar

Si el día de su cumpleaños, un niño recibe un libro, su conclusión inconsciente –si estamos haciendo bien todo lo demás– será que un libro es un premio, un regalo, algo positivo. Igual que si se le regala por portarse bien o en cualquier otra circunstancia en que merezca una recompensa. En el lado contrario, está el (esperemos que cada vez menos) clásico «a tu cuarto a leer» como castigo por no comerse las verduras. Ni que decir tiene que... mal, muy mal.

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Comentar las historias cuando acaban de leerlas

¿A quién no le ha pasado acabar de leer un libro y tener la necesidad de hablar de él con todo el mundo? Dejémosles que lo hagan, que nos cuenten qué les ha gustado de su última lectura y, aunque haya momentos en que nos apetezca tirar a Harry Potter por la ventana... puede que hasta acabe contagiándosenos su pasión y nos veamos enganchados a sagas de literatura juvenil que ni imaginábamos.

No olvidar los géneros gráficos

Los cómics y novelas gráficas son divertidos, ligeros y entretenidos. Además, resultan fáciles de leer cuando los niños aún no tienen del todo desarrollada la capacidad lectora. No menospreciemos este género (bueno, ni este ni ninguno). Puede ser una aproximación fantástica a la lectura, y pueden acabar convertidos en grandes fans del género o, simplemente, utilizarlos como puente hacia lecturas más largas.

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No obligarles a terminar un libro que no les está gustando

Una de las manías más comunes entre algunos lectores es no abandonar nunca un libro, por muy poco que les esté gustando. Como adultos, podemos hacer lo que queramos, pero es mejor que dejemos a nuestros hijos abandonar una lectura si se les ha atascado. Si no, podemos hacer que el momento de leer acabe convertido en sinónimo de aburrimiento.

No preocuparnos de la calidad de lo que leen (hasta cierto punto)

Puede que llegue un momento en que nos encontremos a nuestro hijo apasionado por la biografía de Cristiano Ronaldo como si tuviese el Ulises de Joyce entre las manos. Y nos estremeceremos un poco, sí. Pero, si está leyéndola, a pesar de todo el potencial audiovisual que podría encontrar sobre el mismo tema... ahí se está gestando un hábito lector. La calidad de las lecturas llegará cuando el criterio se imponga.

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Dejarles libertad para opinar

No hay nada que le guste más a un adolescente que la libertad ni nada que le disguste tanto como una imposición. Y muchas veces los adultos somos culpables de fingir una reverencia hacia clásicos literarios que no nos han gustado... o que ni siquiera hemos leído. Si nuestro hijo nos dice que La Celestina le está pareciendo un plastazo, dejemos que opine. Contrastemos opiniones, debatamos. Y, si estamos de acuerdo con él, no nos ruboricemos. Una cosa es respetar a los clásicos y otra cosa es pretender que todos sean divertidos.

No contagiarles nuestras manías lectoras

Es difícil encontrar a un lector que no tenga preferencias sobre leer en digital o en papel, de noche o de día, en un lugar o en otro... Intentemos no contagiarles nuestras manías a nuestros hijos (ya las adquirirán ellos solos, seguro). Por ejemplo, aunque seamos de los clásicos que solo leen en papel, respetemos a nuestros hijos si quieren un Kindle (de hecho, sería una gran noticia que nos pidieran ese tipo de regalo).

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Asumir los nuevos retos

El mundo literario no había cambiado demasiado desde la aparición de la imprenta hasta hace pocos años. Y, de repente, nos encontramos con más formatos de los que somos capaces de conocer y, muchas veces, el desconocimiento nos puede llevar a despreciarlos. Pero, para las generaciones de lectores más jóvenes, es natural leer historias en Wattpad, seguir los relatos de un blog, apreciar la poesía a través del hip hop e incluso versiones gráficas de sus novelas favoritas en Instagram o Pinterest. Y hay un boom de jóvenes bloggers literarios y booktubers que habla bastante de que podemos ser optimistas en cuanto al futuro lector.

¿Y qué hacemos con las lecturas obligatorias del cole?

Hemos llegado a la gran pregunta. El quid de la cuestión. El drama. Nos hemos pasado todo un verano hablando a nuestros hijos de Ana de las tejas verdes, Matilda, El diario de Anna Frank o El guardián entre el centeno... y el primer día de colegio llegan con la lista de lecturas obligatorias y vemos que se van a tener que enfrentar a las Coplas de Jorge Manrique, El árbol de la ciencia de Baroja y Fuenteovejuna. Con todo mi respeto, si eso no hace desistir a un adolescente del hábito lector, nada lo hará.

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Hace poco leía un artículo que decía que leemos menos que los ingleses porque sus lecturas obligatorias son mucho más divertidas que las nuestras. Viendo la lista, es difícil rebatir el argumento. Claro que tampoco queremos poner en cuestión la autoridad del profesor ni convencer a nuestros hijos de que saltarse las lecturas obligatorias es bueno. Podemos utilizar pequeños trucos, como novelarles el argumento con un lenguaje más actual, comentar las diferencias entre la sociedad de la época en la que se ambientan los libros y la actual... Tratar de engancharlos para que, aunque no les gusten, al menos no acaben odiando la lectura por extensión.

Imágenes | Pixabay, Honza Soukup, ThomasLife, wecometolearn, Japanexperterna.se.

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Ig Tre

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