Prada en la Semana de la Moda de Milán primavera-verano 2009

Prada en la Semana de la Moda de Milán primavera-verano 2009
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Lo ha vuelto a hacer. A desconcertar. Para bien y para mal. Pero para todos aquellos que vayáis a abalanzaros sobre ella y desdeñarla hasta la saciedad, esperad un poco, os lo aconsejo, lo que hace Miuccia Prada no es de consumo inmediato, hay que observar, luego ver, y después mirar. Es como el buen vino, hay que saborearlo, si te lo tragas de golpe, nunca lo podrás apreciar de verdad.

Lo que a priori te puede parecer horroroso seguro que luego te eclipsa, lo de Prada es siempre un golpe en seco a primera vista, siempre te impacta, aunque no sepas si eso es bueno o malo; visualmente, es la reina, sus puestas es escena son sobrias, como ella, como su filosofía, como su estética. Es el polo opuesto al barroquismo aunque sus colecciones rebosen exceso.

Como prueba, su colección de invierno, que a pesar de la sobredosis de encaje, del que ella sola ha hecho la tendencia del invierno, como siempre, no logra cargar, lo que carga es luego la sobreexposición en las revistas, pero su manera de presentarlo, es impecable.

Miuccia es la única capaz de hacer de lo primitivo, como es esta colección, casi desnuda, sin estructuras, sin costuras, trazada como por casualidad encima de la modelo, algo poulento;

ella misma ha declarado que ha querido volver a sus orígenes, aunque yo diría que ha vuelto al orígen del mundo. Ella siempre a contracorriente, porque ahora que en tiempos de crisis las primeras firmas apuestan por ser más excesivas e innaccesibles que nunca, ella se pone al mundo por montera y propone un regreso a la nada.

Dibuja a una mujer fuerte, pero etérea y casi transparente; sexy, pero casi desprovista de silueta.

Su paleta de colores es principalmente tierra y ocre; el oro es la única concesión a la lujuria.

Pero siempre en tejidos tan ligeros e impreceptibles que parece que se van a deshacer.

La importancia, eso sí, está en la magia del detalle.

En los fruncidos, en los abullonados, en los estampados.

En los contrastes.

Pero sobre todo, en los complementos: la pieza clave en este puzzle imperfecto,

en el que los imposibles zapatos, que hicieron que una de las modelos se cayera de bruces y sin remedio al suelo, son la esencia de este nuevo modelo de mujer,

y este nuevo concepto de feminidad.

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