Alta Mesura

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Elsa Schiaparelli le dio alegría y fantasía a la década de los años 30. Alegría, imaginación y mucha ironía. Tras el crack del 29 en EEUU el sector de lujo europeo se vio muy afectado. Los ricos norteamericanos dejaron de consumir y toda Europa se vio afectada por la crisis económica mundial. Ella misma necesitaba alegría e imaginación para sobrevivir. Hija de la alta burguesía italiana fue abandonada por su marido después de dilapidar su fortuna y dote.

Comenzó diseñando prendas de punto tejidas por refugiadas armenias en régimen de semi esclavitud. La ropa deportiva, o ropa para ver a gente hacer deporte, estaba en su máxima auge en aquella época. Los balnearios, los viajes y las grandes competiciones estaban muy de moda en la época y al igual que su máxima enemiga, Gabrielle Chanel, supo sacarle máximo partido a esta tendencia.

Un vistazo a…
Lily Rose Depp para Chanel Beauty

Su contacto con los surrealistas de la época y gracias a su tremenda imaginación, supusieron un boom en la moda. Las mujeres con sentido del humor y seguras de sí mismas que no temían a nada vestían de Schiaparelli. Al igual que Christian Dior en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, Elsa le dio una vía de escape a todas aquellas que necesitaban imaginación, sentido del humor y fantasía para sobrellevar las calamidades de la época. Schiaparelli, se tomaba a risa la moda y a sí misma. Guantes con uñas rojas, collares de moscas, cremalleras con formas en el tirador, sombreros que eran zapatos, bolsillos de chaquetas que parecían cajones…

La Alta Costura vestía, hasta la llegada del prêt à porter, a las consumidoras de lujo de forma hiper exclusiva. Con la llegada de éste fue languideciendo poco a poco y los talleres que realmente fabricaban sueños que se materializaban en vestidos, fueron cerrando o fueron adquiridos por los conglomerados que mueven hoy el cotarro de la moda. A principios de los 90 la Alta Costura agonizaba y eran muy pocos los que veían rentabilizar aquellos desfiles anclados en el pasado. Chanel y Dior eran los únicos que seguían teniendo una clientela fija que si consumía y sigue consumiendo carísimos vestidos de día y de noche que nada tenían que ver con lo que se exhibía en pasarela.

En la segunda mitad de los 90’s la nueva hornada de diseñadores ingleses vinieron a darle un esmingón a una industria, la del lujo, que necesitaba un nuevo empuje manteniendo la tradición y la artesanía de aquellos talleres especializados que nacieron a finales del siglo diecinueve y que eran especialistas en por ejemplo, bordados como Lesage. Tradiciones pasadas de padres a hijos en talleres hipercualificados con una manufactura artesanal.

En las propuestas de esta edición de la semana de la Alta Costura de París he visto una falta enorme de imaginación. En el desfile de Schiaparelli la modelo belga Delphine Bafort lleva un traje smoking negro, se quita la chaqueta y el forro está cubierto de plumas de marabú, lleva el pelo de colores y calza unas sandalias planas. En Dior, el traumatizado Raf Simons, con los tejidos mas bonitos y trabajados que he visto en años, saca a la pasarela vestidos palabra de honor que le aplastan el pecho a las modelos, asimetrías conceptuales y tejidos troquelados de arriba abajo. Raf Simons parece a ratos poseído por el ingenio de temporadas atrasadas de Miuccia Prada y a ratos, para intentar ser original, calza a las modelos con escarpines. Tiene miedo y se le nota, y lo peor de todo es que se toma muy en serio lo que hace e intenta justificar su trabajo con cientos de explicaciones a cada cual mas infantil. No hay más que ver la cara de angustia que tiene y lo que ha envejecido desde que trabaja en LVMH.

Chanel

Al contrario que Simons, el anciano Lagerfeld se las sabe todas, y no se toma en serio ni la Alta Costura ni a sus clientas. En Chanel el tweed es el día de la marmota. Son las mismas siluetas de siempre, los mismos trajes de chaqueta, los mismos bordados y las mismas muselinas. Aquí el trabajo es el del taller y de los talleres que los Wherteimer, dueños de Chanel, fueron comprando a lo largo de estos años. Los tejidos son fabulosos, el contenido es de ensueño pero sigue siendo lo mismo de siempre. Karl sí que sabe cómo manejar a los medios, el gran cínico que cuela unas zapatillas deportivas, unas coderas y unas riñoneras en su show de Costura, igual que hizo antes con las tablas de surf, los patines, los guantes de boxeo, la bolsa de agua para calentar los pies en la cama… se asegura así portadas, editoriales, y artículos muy sesudos ligando la moda deportiva de Chanel de los años veinte con el deporte del siglo veintiuno.

Publicidad gratuita a raudales. Como todo el mundo sabe Gabrielle Coco Chanel era la reina del spinning en los locos años veinte.

Tenemos a la hermana de Gianni Versace basando su colección de Costura en una foto de Grace Jones con un vestido con capucha vestida de Azzedine Alaia en Studio 54. Para celebrarlo se lleva a Lady Gaga al front row. Gracias al cielo Donatella desconoce lo que es el lujo deportivo, el deporte y las zapatillas. Su clientela es suntuosa, sexy, delgada, de largas piernas, muy rica y excesiva. De todos los que presentan alta moda es la única que sabe cuál es su target porque es el mismo público que creó su hermano en los setenta y no sólo no se mueve de esa horquilla de clientes sino que vuelve una y otra vez por el camino andado huyendo de lo conceptual y recreándose una y otra vez en lo mismo sin variar un ápice su discurso.

Puede que esta época en la que vivimos sea muy parecida a la posguerra de la Segunda Guerra Mundial o tenga muchas similitudes con las penurias tras el crack del 29. Ya sé que no hemos sufrido guerras en nuestros territorios y que no hay dos millones de muertos tirados en campos de concentración pero igual es que ahora las guerras son diferentes a las de antes, y la forma de luchar también. Hay mucha gente que no tiene trabajo, la vieja Europa unida parece que no funciona, nuestro dinero no vale nada y hay nuevas economías más fuertes y poderosas que en este nuevo orden mundial son las que mueven los hilos del planeta. Por eso necesito ver, aunque sea en una pasarela, un poco de imaginación, de locura creativa, necesito que la alta costura,vuelva a ser alta, vuelva a hacerme soñar y me lleve a lugares donde jamás soñé estar, que sirva como negocio pero también como válvula de escape porque zapatillas de deporte tenemos todos en el armario y rodilleras para aguantar las embestidas de la vida también.

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